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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Food babe

Un buen ejemplo de la utilidad de la presión mediática lo da la bloguera Vani Hari, que lleva tiempo en asuntos alimentarios

David Trueba

Las redes sociales generan un efecto de olla a presión que ha llevado incluso a cancelar programas de televisión o reorientar la política comercial de marcas. El ciberactivismo ofrece todas las variantes posibles, desde un extremo al otro. Tuvimos incluso las tentaciones de control desmesurado a las que son tan adictas nuestras autoridades, que ya ejemplificaron en el día de la proclamación del nuevo rey su espacio de felicidad ideal, ese en el que nadie puede salir a la calle con una bandera que no sea la correcta ni expresar descontento ni moverse con libertad. Nada más fácil que pasearse por la Red y ver el grado de insulto y dificultades de convivencia racional para creerse autorizado a ejercer policialmente lo que debe regirse por normas sociales.

Un buen ejemplo de la otra cara de la utilidad de esa presión mediática lo ha dado la bloguera estadounidense Vani Hari, que lleva tiempo centrada en asuntos alimentarios y convertida en un negocio ella misma. Tras tres años al frente de una página llamada Food Babe ha alcanzado victorias frente a empresas dedicadas a la comercialización de alimentos, como evitar un componente químico en uno de los bocados de la cadena Subway, y también ha sacudido con sus denuncias y peticiones de transparencia a gigantes como Kraft, Chipotle o Mac and Cheese. Determinada a elevar a la baja cocina al menos a la categoría de admisible, su lucha es popular y útil.

Estos días ha logrado que algunas de las cervezas más destacadas de su país publicaran la lista de ingredientes que llevan en sus productos y que quedaban amparadas por la oscuridad que los lobbies alimentarios han logrado en la legislación de su país. Después de que sus peticiones de transparencia fueran firmadas por 43.000 personas, los bebedores de Budweiser han podido conocer la lista de ingredientes añadidos. Cuanto más sensible es un producto al designio particular, más poder cobran las reivindicaciones de consumidores. La lucha no estriba tanto en el poder de elegir, sino en hacerlo con el mayor volumen de información posible. En el país de los transgénicos y la degradación alimentaria no será raro que nosotros veamos prosperar estas armadas que buscan el bien común y su propio rendimiento lucrativo.

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