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‘Sa-tis-fac-tion’ en Chamartín

Los septuagenarios Rolling Stones despliegan su legendaria energía en el Santiago Bernabéu 54.000 personas asistieron a la cuarta visita de la mítica banda a Madrid

Jesús Ruiz Mantilla
De izquierda a derecha, Ronnie Wood, Mick Jagger y Keith Richards, durante el concierto de los Rolling Stones en el Circo Masimo de Roma el pasado 22 de junio.
De izquierda a derecha, Ronnie Wood, Mick Jagger y Keith Richards, durante el concierto de los Rolling Stones en el Circo Masimo de Roma el pasado 22 de junio. Ernesto ruscio (Getty Images)

Con miradas que mezclaban a la vez fe e incredulidad, los 54.00 espectadores que ayer llenaron el estadio Santiago Bernabéu recibieron con los brazos abiertos y el asombro intacto a los Rolling Stones en Madrid. Fe porque más de uno repetía, tripitía, regresaba impasible a lo que muchos consideran uno de los mejores espectáculos que pueden verse en vivo hoy en día. E incredulidad por el hecho de que la mayoría deseaba ser testigo de ese despliegue de energía intacto y legendario por parte de una banda cuya mayoría de miembros supera los setenta años de edad.

Entre 85 y 225 euros pagaron quienes llenaron el campo de fútbol

En algo más de dos semanas, el próximo 12 de julio, se cumplirán 52 años de la primera actuación en directo de los Rolling Stones. Fue en el Marquee londinense y Mick Jagger se presentó con un jersey marinero a rayas alejado de la colección de camisas coloridas y las americanas exclusivas que lució ayer. La entrada costaba 20 peniques. Anoche, en el Santiago Bernabéu, también estaban cerca de cumplirse 32 años desde que la banda pisó por primera vez Madrid. Fue el 7 de julio de 1982, bajo los rayos de la bien atada transición, en plena movida y en otro estadio: el Vicente Calderón. Costaba 2.000 pesetas de entonces (12 euros). Entre 85 y 225 pagaron quienes llenaron ayer el campo de fútbol madrileño a la espera de acudir a la cuarta visita a la capital de los Rolling Stones.

En julio se cumplen 32 años de su primera actuación en la capital

Pasadas las diez de la noche las apuestas que habían tenido en vilo a los asistentes se cerraron: ¿Abrirán con Start me up o Jumpin Jack Flash como habían venido haciendo a modo de intercambio durante los conciertos precedentes de esta gira? Leyva acababa de dejar el escenario entre generosos coros de sus nuevas canciones unidas a algunos éxitos de Pereza, especialmente emocionado por compartir escenario con las leyendas, una sorpresa de la que se había enterado apenas cuatro días antes del concierto.

Perdonado el agravio general por el caos que se montó el día en que se pusieron a la venta sus entradas, los fans comenzaron a merodear el campo desde mucho antes de las 18.30, cuando se abrieron las puertas. Calor medido para un entusiasmo desbordado que prendió al ritmo y a coro del cuarteto que lleva a sus espaldas más de 2.000 actuaciones en vivo desde aquel estreno londinense en el Marquee, cuando una banda del sur pretendía competir con los cuatro nacidos en Liverpool.

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El esperado repertorio cuajó entre el sonido todavía canalla y metálico de sus cuerdas y la aún atlética entrega de Mick Jagger. Este gurú del desahogo planetario sigue entonando con voz juvenil Let's spend the night together, canción escándalo cuando vio la luz con esa descarada invitación a una noche loca en medio de las habladurías que le convertían en un hacha del cunnilingus aderezado con chocolatinas Mars. También Tumbling dice, que en Lisboa cantó junto a Bruce Springsteen o convocando a Satán en Sympathy for the devil, la canción que le inspiró una arrebatada lectura de El maestro y Margarita, de Mijail Bulgakov, aconsejado por su novia de entonces, la celestial Marianne Faithfull.

El esperado repertorio cuajó entre el sonido todavía canalla

Ninguna de ellas faltó, como tampoco dejaron de escucharse Honky Tonk Woman, Miss you, Brown sugar o ese lema que cualquier padre con sentido común puede inculcar a unos hijos que desea responsables: “No siempre puedes conseguir lo que quieres. Pero si lo intentas, conseguirás lo que necesitas”.

Que septuagenario, Mick Jagger siga confesando que no encuentra satisfacción puede resultar grotesco. Pero no por ello deja de causar asombro oírselo de nuevo y corearlo a pleno pulmón como ocurre en sus conciertos. Satisfaction sigue siendo un himno nihilista, un retrato del vacío creciente, una visionaria perorata con la que cualquiera de nosotros se puede identificar.

El reciente viudo Mick Jagger ahoga sus penas dando botes en el escenario

El reciente viudo ahoga sus penas y su lamento por el pasado fallecimiento de su pareja, la diseñadora L'Wren Scott, que obligó a suspender parte de su gira por Asia, dando botes encima del escenario. Retomada la carretera en pleno luto, enfundado en sus camisas de seda y arropado por las 70 guitarras que puede llegar a tener a disposición Richards, acompasado en el marcaje de los ritmos por la flema de Charlie Watts a la batería y la sorna de Ronnie Wood, Jagger sigue dejando patente esa avasalladora seguridad, la mímica y el alarido intactos, el lenguaje corporal intensamente sensual, su mueca y su enorme boca ardiente a disposición de la concurrencia a través de las pantallas gigantes.

Al joven que quedó arrebatado por el blues y que es hoy un maestro del rock and roll, del espectáculo de masas, de la cultura popular, no le vence el vértigo del tiempo. Tampoco a sus tres colegas. Es lo que tienen las leyendas.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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