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La convivencia de piernas y cerebro

Segunda jornada de Sónar y durante los primeros diez minutos parece que ya se ha visto todo

Integrantes del grupo Bonobo, ayer en el Sónar.
Integrantes del grupo Bonobo, ayer en el Sónar.GIANLUCA BATTISTA

Segunda jornada de Sónar y durante los primeros diez minutos parece que ya se ha visto todo. La capacidad de sorpresa se antoja ya colmada desde la víspera, y caminar en busca de una sorpresa o una actuación excitante parece una quimera. ¿Callo? Sólo han de pasar unos minutos, los justos para adecuarse al entorno, y todo vuelve a brillar tal y como lo hizo el día anterior. En la tarde de ayer, húmeda como Saigón, con más gente aún que en la jornada inaugural, los conciertos de carácter alegre se superpusieron con los más cerebrales, de suerte que el Sónar día ofreció menús para todos los paladares. Los más consumidos fueron los propuestos por FM Belfast, un juergón de tomo y lomo, Dengue Dengue Dengue con su cumbia electrónica, Bonobo y su electrónica con pajarita o Simian Mobile Disco, que pese a que prometían un set no bailable no pudieron evitar que el público que llenaba su escenario se soltase.

La jornada se abrió con Forest Sword, un dúo que entre otras cosas hace dub. ¿Qué es el dub?, pues una música de origen jamaicano fundamentada en la repetición de densas secuencias de bajos. En otras palabras, sólo hace falta imaginar a un luchador de sumo caminando pausadamente sobre un timbal de 90 metros de diámetro. El sonido resultante se parecería al dub, en especial si tropieza a cámara lenta. Idóneo para que los efectos del cannabis suspendan el tiempo en una higuera. Por cierto, en su escenario, el Hall, había ya a esa primera hora de la tarde personas por el suelo.

Más tarde, en ese mismo escenario Simian Mobile Disco ofrecieron una actuación que no estaba pautada estrictamente por el baile. Pero el público, como si hubiese leído a Pavlov con sumo detenimiento, reacciona bailando cada vez que escucha un bombo o que una cámara atiende su presencia. El dúo británico basó su espectáculo en las proyecciones, nada del otro jueves, por cierto, quedando ellos en penumbra, irreconocibles.

Entrados en el ámbito de las sorpresas, dos brillaron de forma especial. Por un lado el Sónar bailó cumbia, por supuesto electrónica. El dúo peruano Dengue Dengue Dengue, trío en el Sónar, pasó por sus máquinas el ritmo latino, deparando una fiesta de tomo y lomo que marcó el perfil de las raíces en un festival que esperaba más tarde a uno de sus triunfadores de ediciones anteriores, Buraka Som Sistema y su kuduro, ritmo impenitente como pocos. El otro gran fiestón vino a cargo de los islandeses FM Belfast, una troupe excéntrica ataviada como Pipi Calzaslargas que con un pop despeinado y deliciosamente imperfecto pusieron la nota de alegría exultante en el Sónar. Su sonido atropellado y despreocupado se atrevió con versiones de Oasis sin por ello perder perfil. El Village se pobló de brazos enhiestos y cabezas en estado de agitación. Hermosa escena.

Para el lado más cerebral estaban Matmos, con un espectáculo sobrio y efectivo atravesado por ruidos incidentales tan desasosegantes que ni la presencia de cámaras provocó baile alguno. Algo así como lo que pasó con el duelo de orquesta de cámara y estruendo propuesto por el australiano Oren Ambarchi con la Sinfonietta Cracovia, una tormenta que se fue gestando en el Complex, como las buenas, poco a poco, dando tiempo a desplegar el paraguas, anunciado los truenos por una batería acústica.

Ya en el tramo final de la tarde, Bonobo impuso su elegancia en un concierto en el que se superpusieron instrumentos convencionales y digitales.

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