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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La noche

Los resultados de las elecciones ya no nos quitan el sueño. Pero seguimos siendo un país trasnochador. ¿Es culpa de la tele?

Ricardo de Querol

Las noches electorales no son lo que eran: hace no tanto implicaban programas especiales de televisión hasta la madrugada, ministros leyendo datos muy provisionales cada rato, la tensa espera en el Palace o en Génova, café y bocadillos hasta el amanecer en las redacciones de los periódicos. Se modernizó el recuento y hoy usted podrá acostarse con los datos casi definitivos de las europeas tres horas después del cierre de colegios. Eso si no se fía de resultados parciales que casi se solapan con los sondeos a pie de urna, esos que en tiempos nos guiaban varias horas.

Claro que antes del nuevo siglo había más emoción por la política. No somos ya una democracia joven e ilusionada pero trasnochamos igual. Los debates nos retrataron: el de Bruselas entre los aspirantes a la Comisión empezó a las 9 de la noche; el duelo español entre Arias Cañete y Valenciano lo hacía a las 11.

Así es este país, y no hay quien pueda con ello. Haga frío o calor, la (bendita) Liga de Campeones se juega siempre a las 8.45 de la noche, pero la Roja juega sus partidos como local a las 10, no vaya a ser que los vea algún niño. Programas familiares de todo tipo, incluidos concursos infantiles de talentos, acaban bien entrada la medianoche. Y el pobre Buenafuente, que se esmera con su En el aire en La Sexta, aparece a veces después de la 1 de la madrugada.

Un quijote llamado Ignacio Buqueras lleva años presionando a autoridades públicas y privadas, desde la llamada Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios, para que España deje de ser diferente. Esta vez ha logrado que la ministra Ana Mato escriba a las televisiones para proponerles que adelanten el prime time. Pero los canales replican que eso es empezar la casa por el tejado: solo si los españoles salen más pronto de trabajar estarán cenados y en el sofá a horas más tempranas. La tele no manda más que su jefe.

Fue muy poco europeo eso de programar el gran debate a las 11, pero tampoco es que levantara pasiones y la audiencia fue discreta. Claro que la bomba salió la mañana siguiente, justo cuando los candidatos debían estar más despiertos, y alguno no lo estaba.

Desde que vivimos el gran desengaño no hay noche electoral que nos quite el sueño. Hoy quien se acueste tarde lo hará porque se quedó viendo Aída o El peliculón.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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