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CRÍTICA | THE UNKNOWN KNOWN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Palabras que carga el diablo

La película es el retrato de un hombre inquietante, Donald Rumsfeld, y un tratado sobre los usos perversos del lenguaje

Donald Rumsfeld en 'The unknown known'.
Donald Rumsfeld en 'The unknown known'.

En los últimos minutos de este documental estremecedor, Errol Morris da un sentido simbólico a las imágenes aéreas del océano que han ido puntuando la larga conversación entre el cineasta y Donald Rumsfeld, responsable de Defensa bajo los mandatos de Gerald Ford y George W. Bush: un mar de palabras, capaces de recombinarse en oleadas para tergiversar sentidos y oscurecer las relaciones entre objeto y significado. The unknown known es el retrato de un hombre inquietante —Rumsfeld, turbador aspecto de hombre entre la multitud; una arrogancia casi obscena congelada en su sonrisa autosatisfecha—, pero, también, un tratado sobre los usos perversos del lenguaje, como queda expresado en un título que Morris extrae de uno de los memorándums del político que no hubiese desentonado en los libretos de Sopa de ganso (1933) o ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964): “Existen certezas conocidas. Existen incertidumbres conocidas. Existen incertidumbres desconocidas, pero también hay certezas desconocidas. Es decir, cosas que creemos saber, pero que resulta que desconocíamos”.

THE UNKNOWN KNOWN

Dirección: Errol Morris.

Género: Documental. Estados Unidos, 2013

Duración: 103 minutos.

Morris decide tomar el lenguaje como ring para su fascinante duelo con Rumsfeld y utiliza como arma los memorándums que este escribía y archivaba obsesivamente, en una singular percepción de la posteridad que le emparentaría con uno de sus primeros valedores, Richard Nixon. Rumsfeld redactó más de veinte mil memorándums durante sus últimos seis años al frente del Pentágono, lo que cifraría en millones el total de sus documentos de circulación interna a lo largo de su carrera. Morris obliga a Rumsfeld a leer en voz alta algunos de esos textos, a la búsqueda de fracturas de sentido, espejismos verbales y agujeros negros, pero acaba asumiendo que está frente a un enemigo duro, alguien que ha encontrado en el uso diabólico de la palabra el sucedáneo de una moral.

“La ausencia de pruebas no prueba la ausencia de nada” fue la frase calcetín tras la que se parapetó Rumsfeld respecto al tema de las armas de destrucción masiva en Iraq. El político recrimina al documentalista el énfasis en el tono cuando utiliza la palabra obsesión o le exige el uso del plural cuando percibe una flaqueza (verbal) en el espíritu patriótico del interlocutor. Es el Rumsfeld que presume de haber intentado deshacerse de palabras durante sus años de poder y que exigía a sus subordinados que buscasen el exacto significado de términos como terrorismo, victoria o (¡agárrense!) varios. Morris logra una victoria simbólica (y versallesca) sobre Rumsfeld cuando logra que éste tropiece en su propia argumentación sobre las “certezas desconocidas”, aunque su sonrisa arrogante no desaparezca del plano.

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