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De la ‘favela’ a la Croisette

'Hasta ver la luz' llega a las salas tras pasar por la Quincena de los realizadores de Cannes Basil da Cunha retrata el barrio lisboeta de Reboleira con sus vecinos como único equipo

Basil da Cunha, director de 'Hasta ver la luz'.
Basil da Cunha, director de 'Hasta ver la luz'. Samuel Sanchez

Chaleco vaquero, cadena plateada, peinado soldadesco y raybans. Basil da Cunha (Morges, Suiza, 1985) no sigue la estética del director de cine de avantgarde, ni siquiera la del realizador comprometido socialmente. Tampoco parece importarle. Está acostumbrado a trabajar desde los márgenes y entre los marginados, aunque la Quincena de los realizadores del festival de Cannes exhiba su trabajo desde 2011 hasta la pasada edición y aunque haya conseguido que su primer largometraje, Hasta ver la luz (2013), esté desde ayer en un puñado de salas españolas y en las plataformas online Filmin o iTunes. Él sigue siendo ciudadano adoptivo de Reboleira, una barriada lisboeta donde se habla más caboverdiano que portugués y que se ha convertido, desde hace cinco años, en su único equipo de trabajo. Y a mucha honra.

Da Cunha llega solo por las callejuelas del barrio madrileño de Lavapiés, aunque no debería. Pedro Ferreira, que interpreta a Sombra, el oscuro protagonista del filme, tenía que acompañarle. Pero se ha perdido, sin móvil ni punto de encuentro fijado. ¿No está preocupado su director? “No, no pasa nada. En el barrio desaparece continuamente. Ya nos encontrará”. Súbitamente, la realidad recuerda a una secuela de Hasta ver la luz, donde el camello Sombra pasa 95 minutos huyendo de un capo del poblado. Si Da Cunha bebe de la realidad, de sus actores, aquí parece que el curso de la fuente se ha invertido.

Trailer de 'Hasta ver la luz', de Basil da Cunha.

“Siempre he rodado así. Desde que cogí una cámara lo hice grabando a la gente en el bar, a la familia. No sé dirigir de otra manera, con intenciones psicológicas y todo eso”, cuenta el director suizo de origen portugués formado en la Escuela de Arte de Ginebra. El método que ha ido adoptando con la práctica (“la teoría la desarrollo para los periodistas”, bromea) consiste en escribir minuciosamente un guion… que nadie lee. Todas las secuencias se construyen a partir de improvisaciones sobre un par de indicaciones del director. A menudo incluso se introducen personajes sobre la marcha. “Necesitamos rodar en orden cronológico porque la película puede tomar varias direcciones. Nunca sabemos muy bien hasta dónde vamos a llegar”, explica Da Cunha.

Hasta ver la luz, de hecho, no iba a ser un largometraje. Al menos el equipo no lo sabía. “Mentí a todo el mundo. No podía decir que iba a hacer una película con el dinero de un corto”, admite Da Cunha con pose de gamberro. La idea era más “un ambiente” que una trama: una “de samuráis, de vampiros. Y la noche, rodada con una maestría impropia de unos outsiders de la industria que sustituyen el equipo de iluminación por faros de coche, bombillas y mecheros.

Nunca ves a estos tipos en el cine, o al menos con un buen papel

Esa es su Reboleira, una favela lisboeta de 15.000 almas que ningún turista pisa, cicatriz del pasado colonial portugués. De ahí la necesidad de hablar de Sombra, un marginado convertido en estrella del celuloide: “Nunca ves a estos tipos en el cine, o al menos con un buen papel. La idea es sublimar a uno de estos personajes que lucha contra la sociedad o contra un medio: a veces es una tentativa desesperada, a veces se escapa mediante la ensoñación, pero mientras tanto se ha convertido en un héroe”.

La realidad y la ficción de nuevo se confunden. Basil da Cunha, de Reboleira a la Croisette. ¿No es el director un Sombra en la industria? “Nadie se siente bien en Cannes, tampoco la gente que forma parte de eso. Es un medio de putas, es un monstruo, es un circo. Pero yo estoy bien, ¿eh? Voy 10 días, me quedo en mi rincón, bebo, como...”. Y de vuelta al barrio, con su equipo siempre disponible que “se hace mejor con cada trabajo” y que le sirve de fuente de inspiración constante. Como Sombra, aún perdido en algún punto de Madrid. Quizás de ahí salga otra película.

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