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Pequeños detalles, grandes certezas

El cineasta iraní Asghar Farhadi estrena su nueva película: ‘El pasado’ Su anterior obra, ‘Nader y Simin. una separación’, ganó el Oscar al mejor filme de habla no inglesa

Gregorio Belinchón
Asghar Farhadi y Bérénice Bejo en un momento del rodaje de 'El pasado'.
Asghar Farhadi y Bérénice Bejo en un momento del rodaje de 'El pasado'.

Él no era el llamado a tamañas hazañas. Sí, Asghar Farhadi (Isfahan, 1972) tenía cierto nombre, éxito de taquilla en su país, Irán, y premios en festivales de Chicago y Moscú. Su cuarta película, A propósito de Elly, fue el aviso mundial: ahí había un creador más cercano en ritmo a los gustos occidentales que sus maestros compatriotas. Y llegó Nader y Simin (una separación): Oso de Oro y dos candidaturas al Oscar en mejor guion original y película de habla no inglesa. Obtuvo el segundo y se convirtió en el primer iraní en lograrlo. Ni Kiarostami, ni un miembro del clan Makhmalbaf, ni Ghobadi, ni Panahi, ni Majidi…

Hace cinco años, nadie hubiera imaginado que Farhadi levantaría esa estatuilla. Ni tampoco que estuviera en una carpa-bar en Cannes respondiendo preguntas sobre su última película, El pasado, entre botellas de champán y camareros-armarios.

Él no entra en ese juego. Al contrario que en sus películas, repletas de elipsis, de información que el espectador exprimirá de algunos diálogos y situaciones (lo que ayuda a que sean filmes de varias capas), en persona Farhadi habla mucho, de manera pausada. Entiende el inglés, pero prefiere esperar a la traducción. Le molesta el ruido —pedirá dos veces cambiar de sitio—, porque necesita “que queden claras” sus palabras.

En El pasado esas palabras pesan mucho. Tanto si han sido dichas como si no. Fruto de un encargo, Farhadi aceptó rodar en París, aunque con un guion propio, con Marion Cotillard. La actriz se bajó del barco y en su lugar entró Bérénice Bejo (The artist), como mujer que recibe la visita de su exesposo iraní, que llega a París a firmar el divorcio. “Para mí las cosas no cambian dependiendo de dónde ruede mi trabajo. Sí estoy como guionista ahondando en los sentimientos, y por eso puede dar la sensación de que El pasado es distinta”. Como su trabajo precedente, en el motor de la trama habita una ruptura amorosa. “Porque a mí lo que me gusta es hablar de la familia, la unidad mínima social a mi entender, es algo pequeño y peculiar, y de ahí puedes extrapolar teorías sobre la sociedad”. ¿Y da lo mismo el país en el que ruede? “Sí, para mí el ser humano es el mismo esté donde esté. Ha sido un placer rodar en Francia. No puedo compararlo con otras experiencias porque siempre he filmado en casa. El contexto era distinto —de ahí, por ejemplo, la aparición de elementos cristianos en mi guion—, la manera de trabajar y los temas, los mismos. Así que por un lado estaba tranquilo y por otro, por la novedad de rodar en el extranjero, sentí una frescura que devino en el placer de esa experiencia”.

Sobre los premios, numerosos, ganados con sus películas precedentes, Farhadi asegura: “Como persona no me han cambiado. En nada. En lo profesional sí. Siento más confianza en mi labor, respaldan mi tarea de profundizar en las relaciones humanas, complejísimas, fascinantes, sin miedo al rechazo del público y de la crítica”.

Entramos en el terreno Farhadi: en el guion cada evidencia mostrada se convierte en una nueva duda y a la vez en otra pieza del puzle cinematográfico. “Así es en la vida real. Nunca puedes estar seguro de nada, nunca puedes olvidar que lo que percibes es lo que te lleva desde tu ángulo. Si te mueves, cambiará el punto de vista, hasta el aspecto moral; si pides la opinión del mismo hecho a tus vecinos, te llevarás una sorpresa”. Y enlaza su discurso: “Si tienes dudas de los pequeños detalles de la vida, ¿cómo estar seguro de las grandes certezas?”. Y por eso no tiene respuestas para preguntas generales: “Yo no sé si un ser humano puede cambiar o no, o si la humanidad puede hacerlo. Yo lo que sé es que me gusta abrir ese debate, provocar reflexiones entre la audiencia. No sé si me acerco al corazón del ser humano, solo sé que me acerco cada vez más a los problemas cambiando el ángulo. Lo siento, no logro explicarlo mejor”. Algo más clara tendrá su opinión sobre la persecución y detención sufrida, entre otros, por cineastas de su país como Panahi: “En mi caso, al haber rodado en Francia, no he tenido que pedir ningún permiso a mi Gobierno. En cuanto al caso de Panahi y de otros, todos hemos mostrado nuestra preocupación por lo ocurrido, y solo deseo que no se extienda a otros artistas y que un día todos los cineastas iraníes podamos rodar en libertad”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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