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Fallece Josep Maria Subirachs, el escultor que se atrevió a medirse con Gaudí

El artista fue el artífice del polémico conjunto escultórico de la fachada de la Pasión de la Sagrada Familia

José Ángel Montañés
Josep Maria Subirachs, en una exposición antológica, en 2003.
Josep Maria Subirachs, en una exposición antológica, en 2003. Jose Maria Tejederas Chacon

Admirador del arquitecto Antoni Gaudí, no dudó en emularlo e instalarse en 1986 en la Sagrada Familia en una modesta vivienda durante veinte y dos años, el tiempo que tardó en elaborar más de un centenar de enormes esculturas hieráticas, geométricas y angulosas, de aspecto rugoso e inacabado para realizar la Fachada de la Pasión en la que representa la muerte y resurrección de Jesús, además de cuatro puertas de bronce. Fue la obra cumbre del escultor, pintor, grabador, escenógrafo y crítico de arte Josep Maria Subirachs Sitjar (Barcelona, 1927) que falleció el lunes a los 87 años, el último acto de una larga enfermedad neurodegenerativa que le había acompañado en sus últimos años y que le había obligado a abandonar la práctica de la actividad artística en 2010.

Su intervención en el templo expiatorio levantó tal controversia que expertos y ciudadanos se dividieron entre los que consideraban que había que acabar el edificio o los que, por el contrario, aseguraban que era un atentado contra la obra de Gaudí y no dudaron a promover una manifestación en julio de 1990 en la que participó gran parte de los intelectuales catalanes del momento. Algunos aseguraron que la decisión de encargarle las obras fue algo más ideológico que artístico. Sorprendido, el escultor aseguró: “Las polémicas pasan y las obras quedan”. El mismo había firmado en 1965 un manifiesto en contra de la continuación de las obras en el templo, en el que participaron arquitectos como Le Corbusier. Hoy en día, su fachada es el primer impacto que reciben los millones de personas que visitan la basílica al año, ya que el recorrido comienza delante de esta enorme escultura de esculturas.

De la estética mediterránea noucentista y su admiración por el escultor Arístides Maillol, evolucionó, tras visitar París y Bélgica, entre 1954 y 1956, hacia el expresionismo más formal y, tras abandonar la figuración, llegando a la abstracción en la que produjo sus “arquitecturas interiores” en la que mezcla texturas y cromatismo y desarrollando un lenguaje simbólico a través de un universo personal y reconocible por todo el mundo.

Desde Forma 212 (1957), la primera obra abstracta emplazada en un espacio público en Barcelona, tal y como recordaba ayer el crítico de arte Daniel Giralt-Miracle, que no duda en calificarlo “como hombre clave del siglo XX en la escultura” y un auténtico revolucionario. En 1960 conoció la primera polémica tras la instalación de su obra Evocación marinera en la Barceloneta. Ese mismo año creó para el Santuario de la Virgen del Camino de León 13 monumentales figuras de bronce para la fachada, además de sus puertas, consideradas un hito en la renovación artística de España en el siglo XX. Su gran explosión artística se produce a partir de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado y se prolonga durante toda la segunda mitad del siglo pasado, en las que instaló sus obras en medio mundo: Estados Unidos, México, Bélgica, Seúl, además de un buen número de ciudades de España y, sobre todo, en Barcelona, ciudad que ‘sembró’ son sus esculturas, repartidas en espacios públicos de la ciudad, como la Plaça de Catalunya en la que levantó un momento al presidente de la Generalitat Francesc Macià en 1991, pero también en fachadas e interiores de entidades bancarias y edificios oficiales, como el Ayuntamiento, la Generalitat o el Palacio del Lloctinent, sede del Archivo de la Corona de Aragón. Una proliferación de obras que llevó a algunos sectores más críticos a calificarlo como el escultor ‘oficial’ de los diferentes gobiernos nacionalistas de Jordi Pujol.

Los últimos años de su vida se han visto ensombrecidos por la paralización definitiva de un museo que había proyectado en Barcelona, cerca del Museo Picasso, la fundación Caixa Penedès, para el que el escultor había cedido 300 esculturas de su colección personal, una parte considerable del catálogo razonado de 4.000 obras. El proyecto, pospuesto en varias ocasiones se archivó con la desaparición de la obra social de las cajas causando una gran decepción en el autor, tal y como ha asegurado su familia en múltiples ocasiones.

“Mi escultura es representativa de mi época. Tiene la la calidad que debe tener. Pasará a la historia del arte”, manifestó Subirachs en 2007, cuando comenzó a sufrir Parkinson y limitó sus apariciones en público quedando confinado en su casa-estudio de la carretera de la Rabassada. Lo que sí es seguro es que se le recordará siempre como el autor que se midió con Gaudí en la Sagrada Familia, pero según Daniel Giralt-Miracle, esta obra “solo es la culminación de su larga carrera, pero no su obra más importante, ya que toda su trayectoria anterior es tan o más importante. En Cataluña no hay un escultor que haya hecho tanto trabajo como él”.

Largamente reconocido y condecorado, en 1982 recibió la Creu de Sant Jordi de la Generalitat y en 2003 el Departamento de Cultura produjo la exposición Subirachs. Volúmenes, texturas y símbolos. Obras de 1953 a 2003, que comisario su hija Judith que anunció hace unos meses que estaban preparando una antológica en China, para finales de año. Hasta el mes que viene el Museo de Montserrat acoge una exposición del artista con 25 piezas escogidas representativas de cada etapa, hasta sus últimos y más desconocidos trabajos centrados en la geometría y en la metafísica. Algunas obras se exponen por primera vez.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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