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La ‘estación 15’ del via crucis del arte

Las obras de 16 becarios de la Academia de España en Roma debutan en Madrid en la Real Academia de San Fernando

Ácido surrealismo en el corto de la cineasta valenciana María Trenor.
Ácido surrealismo en el corto de la cineasta valenciana María Trenor.

Un baile de sombras proyectado sobre la fachada de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Siluetas de helicópteros de combate, guerra en blanco y negro que reinventa el concepto de grabado. La obra es Sombras de guerra de Giuseppe Vigolo (Valdagno, 1979), y se pudo disfrutar el pasado jueves por la tarde como peculiar puesta de largo a Estación XV, una muestra que reúne la obra de 16 becarios de la Academia de España de Roma (nueve artistas y siete investigadores) y un artista invitado (Vigolo) y que se puede visitar desde el jueves 4 de abril hasta el domingo 25 de mayo. El nexo en común entre sus muy diversas apuestas estéticas y conceptuales, Roma. Y en más de un caso, también la crítica social.

La obra de Miguel Cuba, un cuadro que reimagina Roma como barrio de una ciudad ficticia donde las marcas y los tópicos se adueñan del paisaje.
La obra de Miguel Cuba, un cuadro que reimagina Roma como barrio de una ciudad ficticia donde las marcas y los tópicos se adueñan del paisaje.

Una Roma ficticia en línea clara. Una panorámica que dibuja el paisaje urbano con un estilo que recuerda en su detalle a Hergé y que presenta una Roma invadida de sus marcas, las nuevas dueñas del arte, como profetiza un gran zepelín de Tods sobrevolando el Coliseo. "En realidad no es Roma, sino un barrio de una ciudad imaginaria", explica Miguel Cuba Taboada (Lugo, 1982), autor de este cuadro que, como todas las demás obras de la exposición carecen de título para contribuir a ese poso común. "Mi proyecto es crear una ciudad en la que se muestre esa invasión de la empresa en el mundo de la cultura. Es bueno que contribuyan a la conservación del patrimonio artístico. Pero hay algo preocupante cuando las ves que se están apropiando de iconos como el Coliseo para mejorar su valor de marca".

El grabado según Giuseppe Vigolo: siluetas de armas que aparecen y desaparecen según su exposición a la luz.
El grabado según Giuseppe Vigolo: siluetas de armas que aparecen y desaparecen según su exposición a la luz.

La crítica de Vigolo intenta jugar con la curiosidad del que observa y la idea del palimpsesto (los textos que se superponen sobre un mismo manuscrito) dentro de una técnica tan artesanal como el grabado. Vigolo ha tallado siluetas de armas sobre una piedra oscura con una solución que reacciona a la luz: "Cuando atardece, las siluetas acaban perdiendo nitidez hasta desaparecer. Pero luego bajo el sol vuelven a emerger. Es como las ideas, las reflexiones. Pensamos en ellas por un instante y luego creemos que las olvidamos. Pero el poso queda en nosotros y puede reaparecer". Fósiles de la violencia con los que Vigolo persigue su obsesión artística: interactuar con el que mira, obligarlo a tomar partido y "jugar".

La obra de Julio Falagán tal como se pudo ver en Roma, en el emplazamiento original donde fue colgado San Pedro de la cruz invertida.
La obra de Julio Falagán tal como se pudo ver en Roma, en el emplazamiento original donde fue colgado San Pedro de la cruz invertida.

Hay otros enfoques en la muestra. La artista Tamara Arroyo (Madrid, 1983) dedica una serie de 20 dibujos a reconstruir la relación de sus padres, no documentada con fotos, que floreció precisamente en Roma; el concepto de "lo encontrado" y la aproximación a la arquitectura y el diseño alimenta esta visión. Julio Falagán (Valladolid, 1979) recrea la cruz invertida en la que fue crucificado San Pedro con una colección de luces rojizas en el contorno de una cruz negra. Y José Noguero (Barbastro, 1969) envuelve en silicona su copia de grandes obras escultóricas de Roma, añadiendo un toque de surrealismo a la belleza clásica de la ciudad.

Pero el último paso del juego con el vía crucis que ha acuñado el comisario de la exposición, César Espada —también responsable de unificar las obras en una propuesta colectiva—, vuelve a la crítica, con la obra más sarcástica de la colección. Con ecos de El Bosco en su grotesco desfile de figuras humanas con cabezas de animales, la cineasta María Trenor (Valencia, 1970) narra sin diálogos y con animación la muerte de la cultura española en un cortometraje de poco más de siete minutos. Una muerte que contemplan personalidades de la política con rostro de dinosaurios: "Quería representar toda la dualidad que vivimos en la escuela. Como artistas, necesitamos la libertad. Y sin embargo somos conscientes, hasta por el frío que llegamos a pasar de la academia, de cómo se está dejando morir a la cultura en España".

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