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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿El mejor?

Gritan los descerebrados intentando ahuyentar su pavor ante el coloso: “Messi es subnormal”. Denigran a alguien que nos está regalando un arte sublime

Carlos Boyero

Veo a un hombre pequeñito con un balón en sus pies, sabiendo que es el incontestable dueño de ese universo presuntamente futbolístico pero que ante todo es un negocio de siempre, alimentado de arte y de pasión, incluidos millones de perdedores en su vida cotidiana que aspiran a ser ganadores si triunfa el club en el que han depositado sus sueños. Y escucho un grito popularizado y patético, que nace en esos descerebrados con pedigrí o joveznos de ultrasur enfrentados por algo tan corrupto como la venta de golosas entradas que les regalaba a los patrióticos centuriones el club de sus entrañas, cuando aparece el mago.

Gritan con engañosa seguridad, intentando ahuyentar su pavor ante el coloso: “Messi es subnormal”. Denigran con ese calificativo tan improbable a alguien que nos está regalando un arte sublime e irrepetible, que solo se muestra persuasivo y esplendoroso ejerciendo su trabajo. Le comparan grotescamente, intentando insultar a lo evidente, con ese pavo adornado de gomina, cuya expresividad y rasgos externos no se caracterizan por nada magnético, que responde con frases huecas y previsibles como el más tonto de la tribu, que, a diferencia de Messi, es un jugador excelente, pero no genial, llamado Cristiano Ronaldo. Ese ganador frecuentemente patético que escarba en el suelo cuando su lanzamiento de la falta se va al cielo, echa la culpa a sus compañeros, escupe al aire para justificar sus fallos, ese fulano tan desarmantemente estúpido y sincero, convencido de que los que le detestan es debido a la envidia, a que es guapo, rico y jugador extraordinario (no menciona afortunadamente a su preciosa mujer, sería excesivo, humillante para esos admiradores que tienen que compartir a perpetuidad su lecho con Conchas forgianas mientras que se masturban mentalmente con sus goles), y es ridículo.

Y te preguntas cómo es posible que los señoriales socios no clamen contra un presidente especializado en disparates millonarios, el hombre que echó a Del Bosque, el valedor incondicional de Mourinho, lo más abyecto que le ha ocurrido al fútbol, de que hasta el jugador más viejo al más joven, desde el más listo al más tonto, repita sonrojantemente cada que vez que le entrevistan la consigna: “Todos sabemos que el Madrid es el mejor del mundo”. Y tan contentos.

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