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En el desnudo y poético mundo de Octavio Paz

Un viaje a la obra del escritor por 'Libertad bajo palabra', 'El ogro filantrópico', 'La llama doble' y 'Conjunciones y disyunciones'

Juan Cruz
El escritor Octavio Paz, en 1996.
El escritor Octavio Paz, en 1996.Gorka Lejarcegi

Abro algunos libros de Paz. Esperan él y la perfección, su manera de manifestarse en el mundo. Ojos azules, camisas azules, las manos tranquilas pasando páginas como quien vara olas. De los libros se sale sabiendo más; él entraba como el sumo hacedor mexicano de palabras que eran mundos. El mundo de Paz, perfecto y desnudo. Apetito de Paz. Se sale con sosiego. Y con una certeza: su estilo era la inteligencia del estilo.

Libertad bajo palabra. Aspiraba a Dios, a serlo. “Invento la víspera, la noche, el día siguiente que se levanta en su lecho de piedra y recorre con ojos límpidos un mundo penosamente soñado”. Inventaba la quemadura y el aullido, “la masturbación en las letrinas”; el ramalazo surrealista, que compartió, está aquí combinado con la inteligencia; para hacer poesía se necesita intuición y cabreo, imagen. “Cierra los ojos y a obscuras piérdete/ bajo el follaje de tus párpados”. Es, a la vez, palabra y arquitectura, sonido de la escultura que Paz va despertando y que habita en el interior de las palabras. “Húndete en esas espirales/ del sonido que zumba y cae/ y suena allá, remoto,/ hacia el sitio del tímpano, como una catarata ensordecida”. Es un manifiesto, como su silencio a veces, los ojos azules escrutando al otro, poniéndolo contra las cuerdas de su música: “Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día”. Mayúscula Palabra, como Paz y como Poeta.

El lunes se cumple el centenario del autor de ‘Libertad bajo palabra’

El ogro filantrópico. Nada es casual, en este libro de retales tampoco; era minucioso y preciso, como un viejo pintor. Este libro es la recopilación de una idea, suelta en muchísimos textos sueltos: el Estado es un ogro que te quiere pero te engulle, te anula. Al frente puso Paz esta frase de Juan Ruiz de Alarcón (Los favores del mundo): “Es tirano fuero injusto/ Dar a la razón de Estado/ Jurisdicción sobre el gusto”. Libertad poética, libertad política, cuidado con el ogro filantrópico, alerta Paz. Es el siglo XX su escenario, y él avienta ahí la experiencia de la guerra que vivió (la del mundo, la de España), la ascensión de los fascismos y su perenne acechanza. Cuando se iba acercando el fin del milenio, en España nos volvió a alertar, en 1991: la primacía del Estado taponará la esperanza de la libertad del individuo. Su malestar incluía los comunismos; cada vez se hizo más individual su situación de poeta, el poeta en su rincón, mirando asombrado que tampoco el arte podía con el tiempo. Este es, quizá, su manifiesto político más importante sobre su concepto de la libertad. “La prueba de la libertad no es filosófica sino existencial: hay libertad cada vez que hay un hombre libre, cada vez que un hombre se atreve a decir No al poder. No nacemos libres: la libertad es una conquista —y más: una invención”. Y para apuntalar esa convicción elige “dos líneas de Ifigenia cruel, el poema dramático del olvidado y negado Alfonso Reyes…”. Esas líneas son: “Llévate entre las manos, cogida por tu ingenio,/ Estas dos conchas huecas de palabras: No quiero”. Es, quizá, la doble línea de la que parte la propia propuesta intelectual de Paz: No quiero. A partir de ahí monta la construcción de su poesía, y de ahí proviene la calidad de su ensayo. Nunca es sobre un asunto solo, confluye y diverge, es una excursión perpetua de su inteligencia. Y El ogro filantrópico es donde está mejor señalado ese territorio en el que marca su disgusto y su preferencia. Hoy podríamos poner en un espejo (el espejo de Paz) el final de este libro: “¿Por qué no poner en entredicho los proyectos ruinosos que nos han llevado a la desolación que es el mundo moderno y diseñar otro proyecto, más humilde pero más humano y más justo?”. Porque nos devoró el ogro.

En su obra ‘El ogro filantrópico’ Paz demuestra ser como un viejo pintor

La llama doble. Su mirada azul era pícara también, y sensual. Aunque los velos de su personalidad no alentaban la autobiografía, aquí contó, en 1993, que casi todo nace del enamoramiento. Del suyo también. Enamorarse cambia la vida, la sitúa en el extremo del misterio, al que acude otro, para apagar la llama, o para avivarla. “El fuego original y primordial, la sexualidad levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida”. Aquí están los ensayos que proclaman su relación con ese misterio, el amor por el otro, el erotismo y su parte menos imperiosa, el camino hacia la caricia, el impulso. No es Neruda, claro, su poesía es el tránsito de la inteligencia hacia la inspiración, pero del amor (se cuenta en La llama doble) nace casi todo lo que él entiende de su alma de poeta que no entiende: la poesía es la pregunta del misterio, porque, como el enamorado, pregunta al espejo, o al otro: “¿Quién eres?”. Este conjunto de ensayos representa a Paz en la madurez de sus reflexiones, cuando ya mezcla la tenue autobiografía y los sentimientos de la inteligencia; es, en prosa, la continuación de su poesía. “Las palabras no dicen las mismas cosas que en la prosa; el poema no aspira ya a decir sino a ser. La poesía pone entre paréntesis a la comunicación como el erotismo a la reproducción”. Si quieren tocar al poeta y no quieren abrasarse con sus versos, vayan a La llama doble.Lo hallarán sosegado, y enamorado aún.

Conjunciones y disyunciones. Este es un libro de 1969, por tantas razones (políticas, biográficas) esencial en la vida de Paz, expulsado por su propio deseo de la diplomacia y de la India, dedicado ya a ser más que nunca Paz, en la recta hacia la perfección, y también a perderse, lúcido, en el laberinto de la soledad. Un amigo, Armando Jiménez, le pidió que escribiese el prólogo de su libro Nueva picardía mexicana… “Acepté y no había escrito sino unas cuantas páginas cuando me di cuenta de que, en lugar de ceñirme al tema…”. Total, que Paz escribió un libro a partir de la idea de Jiménez y a partir, cómo no, de la idea de la picaresca, que fue alimento de su literatura y que, como queda reseñado más arriba, se residenció también en sus ojos, en la mirada juvenil y alerta que lo acompañó siempre. A lo que asiste uno en este libro, aparte de compartir el espectáculo de su interpretación de tan lejana como presente circunstancia humana de la literatura, la picaresca, es al milagro que obra la inteligencia de Paz sobre los asuntos que se le proponen: el Estado, sus inconsecuencias, da de sí un manifiesto literario de la envergadura de El ogro filantrópico… Y la picaresca (la sola palabra picaresca) de pronto lo pone delante del folio como si se activara en su inteligencia un mecanismo incontenible, el de su estilo. La cultura de Paz no tiene muro, jamás le puso puertas al campo. Lo que sorprende no es que lo que se le ocurre. Lo que sorprende es que haya ocurrido Paz, esta inteligencia.

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