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ENTREVISTA A MARCEL. LÍ ANTÚNEZ

“Frankestein está en mi ADN”

El ciberartista catalán pluridisciplinar que comía higados crudos con la compañía La Fura dels Baus

Jacinto Antón
Marcel.lí Antúnez, en su actual exposición en Barcelona.
Marcel.lí Antúnez, en su actual exposición en Barcelona.Joan Sánchez

Pregunta. ¿Qué le sugiere el nombre de Frankenstein?

Respuesta. Frankenstein está en mi ADN. Soy hijo de carniceros, cuando llegaban los cerdos recuerdo lo que me impresionaba su piel blanca, los pezones, las comisuras de los labios… Luego he confeccionado cabezas humanas con carne de cerdo, y a Joan, el muñeco de tamaño natural capaz de moverse, con trozos cosidos de piel de puerco y cuero de vaca. La idea de Frankenstein se puede rastrear en muchas de mis obras, en lo de dar vida a un cuerpo inanimado o expectante que es el núcleo de mi performance mecatrónica Epizoo. Dédalo, por ejemplo, que se dotó de alas, es para mí el primer ciborg, y no puedo sino identificarme con él como constructor de aquel simulacro de vaca para que la mujer del rey Minos se metiera dentro y diera satisfacción a su loca pasión por un toro, un ingenio que se puede ver como la primera máquina de follar.

P. Ha mencionado Epizoo, aquella notable instalación en la que la gente activaba unos mecanismos neumáticos acoplados a su cuerpo que le obligaban a mover la nariz, las nalgas, la boca, los pectorales o las orejas. ¿Es arte que le sacudan a uno las tetillas?

R. Epizoo tiene muchos estratos. En Alemania los espectadores se cortaban, mientras que en Italia había cola para sacudirme; es la tradición, yo era el cibermártir, el sansebastián electrónico.

Perfil

Con un aire de Taras Bulba cibernético, Marcel.lí Antúnez (Moià, Barcelona, 1959), cofundador de La Fura dels Baus, es un artista puntero en el uso de las tecnologías. El Arts Santa Mònica de Barcelona exhibe una apabullante muestra de su obra. “Mi trabajo va desde una radicalidad muy cruda hasta la risa, pasado todo por el tamiz de lo fantástico. Muestro lo grotesco, lo sexual, lo violento pero en formato de cuento”.

Es algo biológico que nos interese y hasta excite la visión de lo distinto

P. ¿Qué se piensa en esa tesitura, sometido a las pulsiones sádicas del público? Muchos le deben tener ganas al artista…

R. Yo no dejaba de pensar que estaba redimiendo mi pasado en La Fura dels Baus, cuando perseguía a la gente blandiendo un hacha. Lo que duele más es la nariz pero lo peor no es el dolor sino la incertidumbre sobre dónde y cuándo te lo causarán. Esa incertidumbre provoca un gran sentimiento de vulnerabilidad.

P. En su actual exposición en Barcelona incluye piezas que son mezcla de animales disecados y robótica. En realidad usted ha hecho cosas con bichos muertos antes que Damien Hirst. Pero él ha ganado más dinero.

R. En algunas cosas he sido pionero. El otro día Mariscal me dijo que yo era de los que van a una casa con piscina y todos le preguntan qué tal está el agua porque se ha tirado antes que nadie. He vivido periodos muy convulsos.

P. En México El semanario de lo insólito, esa gran publicación, bautizó su obra como “Arte macabro”. No me puedo quitar de la cabeza aquella vieja performance con el grupo Los Rinos en la que convertían una rata viva en un jugo sanguinolento con una batidora, y se lo bebían. ¿Se lo bebían?

R. No hombre no, no nos lo bebíamos de verdad.

P. Uh, un mito del arte contemporáneo que cae.

R. ¡Pero me he comido muchos hígados crudos en escena con La Fura! Esa cuota la he cumplido.

P. Algunas de las cosas que hace recuerdan al accionismo vienés y aquella tripleta atacante de Schwartzkogler-Brus-Witsch. El primero se suicidó lanzándose por una ventana tras castrarse, como una última performance, y Brus fue condenado a seis meses de prisión por defecar mientras cantaba el himno nacional austriaco. ¡Qué artistas!

R. Sí, también estaba Nitsch, que sigue destripando vacas. En ciertos aspectos hay una relación, en el traspasar umbrales, mezclar lo interior y lo exterior, entender que la muerte y lo muerto pueden ser arte.

P. Artistas con intereses comunes con usted como Stelarc, que se implantó una oreja en el brazo, y Orlan, que se operó para parecerse a iconos de la pintura, abogan por la transhumanidad y la antropometamorfosis, que ya son palabros.

R. A diferencia de ellos y contrariamente a lo que podría parecer, yo tengo un gran respeto por mi cuerpo. Me parece que está bien como está, a pesar de la calvicie, los kilos de más y la rinitis crónica.

P. Lo monstruoso, lo teratológico, la sirenomelia, la cyclopia, han interesado siempre al arte y a la ciencia.

R. Es algo biológico que nos interese y hasta excite la visión de lo distinto, cuando los patrones cambian o se deforman.

P. ¿Llegará el orgasmatrón?

R. Yo ya exhibo un poste que cuando lo acaricias emite gemidos. Sexo y robótica… la pulsión sexual es la misma a través de la historia y simplemente se adapta a los nuevos medios.

P. ¿Dónde tiene sus cabezas?

R. En casa.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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