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Desembarco vikingo en el Támesis

El Museo Británico inaugura su nueva zona de exposiciones con un fascinante viaje a la cultura de los guerreros y marinos escandinavos de entre los siglos VIII y XI

Mandíbula y casco de guerrero vikingo datados entre los años 800 y 1000.
Mandíbula y casco de guerrero vikingo datados entre los años 800 y 1000.BEN STANSALL (afp)

Una gigantesca nave de guerra vikinga de 37 metros de eslora está varada en plena sede del Museo Británico como vestigio de una era protagonizada por los otrora temidos invasores procedentes de los pueblos nórdicos. “!Qué vienen los vikingos!” es el reclamo publicitario de la exposición, aunque solo juega con el estereotipo de unos guerreros entregados sin más al saqueo salvaje. Pero lejos de reduccionismos, la muestra propone un viaje a una sociedad compleja y rica en expresiones culturales, influida por el contacto con los muy diversos territorios de sus conquistas y exploradora de vastas redes comerciales. La exposición del Museo Británico, pues, va mucho más allá de la imagen de una casta de bárbaros asentada en la cultura popular.

Vikingos: arte y leyenda es el título oficial del despliegue de tesoros que se nutre de recientes descubrimientos arqueológicos —y también de los hallazgos de los aficionados a la detección de metales— con el objetivo de afilar en la naturaleza de la identidad vikinga, en el impacto de sus legendarias incursiones desde el Mar Caspio hasta el Atlántico Norte, o desde el Ártico hasta el Mediterráneo. El apogeo de aquella era, entre finales del siglo VIII y principios del XI, está protagonizado por una mezcla de guerreros entregados al saqueo y a la vez comerciantes de los productos de su botín, que incluye a seres humanos convertidos en esclavos. Un pueblo tan violento como productor de exquisitas piezas artísticas y capaz de una actitud hacia el papel de la mujer más abierta que en otras sociedades de la Europa de aquel tiempo.

El barco es el gran símbolo, una imagen que aparece de forma recurrente a lo largo del periodo vikingo y que expresa el carácter esencialmente marítimo de los ancestros de lo que hoy conocemos como Dinamarca, Noruega y Suecia. La extraordinaria expansión hacia cuatro continentes se sustentó en sus grandes habilidades en la construcción naval, en forjar embarcaciones como la Roskilde 6, que debe su nombre al fiordo danés donde fue hallada en 1997 y que ahora luce como estrella de la muestra.

Uno de los objetos vikingos expuestos en el Museo Británico.
Uno de los objetos vikingos expuestos en el Museo Británico.Dan Kitwood (getty)

Montada sobre una estructura de acero inoxidable que recrea la forma y tamaño original, las maderas han sido conservadas y analizadas por el Museo Nacional de Dinamarca, que figura junto al Museo Estatal de Berlín como artífice de la exposición. El desembarco de una estructura de tal escala en el museo londinense ha sido posible gracias a las dimensiones de la Galería Sainsbury, un nuevo espacio destinado a exposiciones de carácter temporal.

A partir de este jueves y hasta el 22 de junio, la galería exhibe, acompañando al espectacular perfil de la nave, una colección de objetos procedentes de sus propios fondos y de otras instituciones del Reino Unido e Irlanda, muchos nunca exhibidos hasta ahora. El conocido como Tesoro del Valle de York, que se estrena por primera vez ante el público desde su descubrimiento hace siete años por detectoristas de metales cerca de Harrogate (norte de Inglaterra), reúne más de seis centenares de monedas, brazaletes y lingotes de plata. Se trata del hallazgo más importante desde que se localizara otro filón de la era vikinga en la localidad también inglesa de Cuerdale en 1840. Piezas originarias de lugares tan distantes como Irlanda o Uzbekistán, además de Rusia y la Europa continental, que tanto beben de las creencias cristianas e islámicas como de la adoración al dios Thor, hablan de la increíble extensión de la red de los vikingos.

Excavaciones recientes en el condado inglés de Dorset han puesto al descubierto una fosa común con los restos de cincuenta cuerpos decapitados, vikingos que acabaron ejecutados tras su incursión fallida en tierras anglosajonas. La crueldad no era patrimonio exclusivo de aquellos combatientes nórdicos. Tampoco es cierta la imagen tantas veces replicada del casco con cuernos del vikingo, mito alimentado en el siglo XIX del que no existe ninguna prueba o testimonio pictórico o escrito. Ni de las greñas o barbas descuidadas que, desde el cine hasta el rock duro, suelen identificar al universo vikingo.

La muestra desmonta el cliché en torno a unos simples saqueadores salvajes

La apariencia era muy importante en una sociedad que ornamentaba las espadas y otras armas para identificar a su propietario, un guerrero que a principios de la era vikinga actuaba en bandas descontroladas pero que acabó siendo partícipe de un ejército organizado a medida que los reinos de Escandinavia fueron unificándose. La exquisita manufactura de la joyería también parece destinada a la exhibición de la riqueza, el estatus y el poder, traducida en broches o en los pesados collares de plata y oro que presenta la exposición. Las mujeres vikingas eran partícipes activas de una sociedad fuerte y dinámica que les permitía la titularidad de propiedades o tomar la iniciativa a la hora de separarse del marido, algo impensable para sus pares de los territorios europeos más próximos. La historia de la era vikinga, viene a sugerir la exposición, está todavía por contar frente a los mitos y leyendas.

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