_
_
_
_
_
OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Montaje

Tenía conocimiento de que iban a exhibir un programa especial de Jordi Évole sobre el 23-F. Y aclaro que no me importa que me manipulen a condición de que me crea lo que están contando

Carlos Boyero

No he oído nunca la grabación completa del programa radiofónico que perpetró el juguetón Orson Welles y en el que convenció a infinitos y aterrorizados oyentes de que los marcianos estaban invadiendo Estados Unidos, pero estoy convencido que en ese momento me hubiera escondido en el fondo de un armario o debajo de la cama. Lo asegura alguien especialmente miedoso, pero que no cree en los encuentros en la tercera fase, ni en primera, ni en segunda con los amigos o los enemigos de otros planetas, ni en dioses, ni en diablos (sí en el mal, pero sus atributos no son etéreos sino salvajemente terrenales), ni en el más allá, ni en la reencarnación. Solo en la certidumbre de que todo acaba con la muerte. Me hubiera ocultado o suplicado auxilio porque la voz de Welles y su grandiosa capacidad artística me podían hacer creer, alterar, cuestionarme lo que a él le diera la gana.

Tenía conocimiento de que iban a exhibir un programa especial de Jordi Évole sobre el 23-F. Suelo ver el trabajo de este hombre. Ha hecho cosas distintas, inteligentes, necesarias. Desde hace un tiempo tengo la sensación en Salvados de que solo voy a escuchar lo que yo deseo oír, que se sacrifican o se eluden los matices y el reverso. Y aclaro que no me importa que me manipulen a condición de que me crea lo que están contando. Llego tarde y me encuentro con secuencias de una película de Garci que me resulta especialmente estomagante titulada Volver a empezar. Cuentan que en los nombres de los personajes están las claves de un montaje sobre el 23-F. Apago la tele, me tomo mis pastillas, me voy a la cama, duermo.

Una hora más tarde me llama un amigo en estado alterado. Es el mismo que me dio la noticia del golpe aquel abyecto día de 1981. Entonces él creía haber escuchado en la radio que los esperpentos armados habían asaltado el Parlamento matando a gente. Ahora me asegura que en el programa de Évole se demuestra que todo fue un montaje. Le pido que me deje dormir, que me da igual, que paso. No le di tiempo a Évole ni para sentirme fascinado ni estafado. No sabía que Iñaki Gabilondo se había prestado al juego. Para mí, es alguien que posee autoridad profesional y moral. Por no llegar a escucharle gané varias horas de sueño. Me alegro. Tampoco recupero el programa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_