El placer cárnico del depredador
Mañana, con EL PAÍS, ‘Caníbal’, de Manuel Martín Cuenca, la vida de un sastre antropófago en Granada
Ha sido una de las películas españolas de la temporada. Un filme de horror, de terror, sanguinario, frío y de autor, muy de autor. Manuel Martín Cuenca ha dado un paso de gigante en su carrera con Caníbal, la vida de un sastre granadino, apasionado de su profesión y de la antropofagia, tan profesional en lo primero como con lo segundo. Corta los patrones, los cose y crea chaquetas, chalecos y pantalones con el mismo frío pundonor con el que asesina, descuartiza, filetea y come a mujeres atractivas que para su desgracia se cruzan en su camino. Todo ello en una ciudad anónima, de las muchas de la España profunda, en las que la gente, las calles, las casas, siguen igual que hace medio siglo. “Creo que hay mucho de Mur Oti, Saura y Buñuel en Caníbal,de la España negra que ellos mostraron. Y de otros: La tía Tula, Calle Mayor, El extraño viaje… Me gustaría beber de esos maestros y también aportar algo más”, cuenta su realizador. De esa españolidad surgen las referencias cristianas que salpican el metraje: “El sacrificio, la sangre, la muerte, la transcendencia, la otra vida, eso lo tenemos metido dentro quienes hemos tenido educación cristiana. La religión no contesta a todo: ¿por qué Lucifer traicionó a Dios? Pues la película igual: ¿por qué Carlos empezó a hacer el mal? Tampoco nosotros respondemos”.
La plasmación del monstruo no se regodea en el gore, sino que el cineasta rehuye la carnaza. “Yo hablo de un dilema moral, no de si se cortan las vísceras. Desde el principio es muy clara. No escondemos las cartas, le mostramos de forma elegante. No me interesa la pornografía y sí la evocación y la inquietud de la normalidad: no ves, imaginas. Y eso golpea más el estómago del espectador”.
En Caníbal, a la venta mañana con EL PAÍS por 9,95 euros, hay un gran cuidado por el estilo, una fotografía muy elaborada, una fe en la actuación de Antonio de la Torre, aquí parco en palabras, y una apuesta por no poner música. Un riesgo superado con nota alta.