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Los daños irreparables de Tombuctú

El patrimonio cultural de la ciudad maliense ha sido arrasado por los islamistas

José Naranjo
Captura de vídeo en la que se ve destrozada la mezquita del Sidi Yahia en Malí.
Captura de vídeo en la que se ve destrozada la mezquita del Sidi Yahia en Malí.

Todo empezó el 30 de junio de 2012. Armados con picos y mazas, miembros del grupo islamista radical Ansar Dine (Defensores de la Fe) se dirigieron al mausoleo de Sidi Mahmud, considerado un santo por los habitantes de Tombuctú (norte de Malí), y, en unas pocas horas, lo dejaron reducido a una montaña de escombros. Poco después le tocó el turno a los monumentos levantados en memoria de Sidi Moctar y Alpha Moya. Igual furia destructiva, idéntico resultado. Nadie osó detenerlos. Los integristas, que ocupaban la ciudad desde principios de abril, iban armados con kaláshnikov y tenían toda la determinación de borrar de la faz de la tierra cualquier tumba “que fuera más alta que la del Profeta”, en una interpretación rigurosa del islam. En solo tres días, siete mausoleos y la puerta del Fin del Mundo de la mezquita Sidi Yahya fueron totalmente destruidos.

Los radicales actuaron a las órdenes de Sanda Ould Boumama, brazo derecho del líder de Ansar Dine, y en clara y provocadora respuesta a la inclusión de Tombuctú en la lista de Patrimonio Mundial en peligro que llevó a cabo la Unesco solo dos días antes, el 28 de junio. Sin embargo, los ataques de los radicales no acabaron aquí. En diciembre de 2012, justo después de que la ONU aprobara una resolución autorizando una intervención militar en el norte de Malí, los miembros de Ansar Dine la emprendieron a picos con otros nueve mausoleos. Antes de ser expulsados de la ciudad por el Ejército francés en enero de 2013, aún tuvieron tiempo de reunir varios miles de antiguos manuscritos en el enorme vestíbulo del centro Ahmed Baba, construido con financiación sudafricana para proteger este impresionante legado, y pegarles fuego.

En junio de 2013 un grupo de expertos de la Unesco visitó Tombuctú y pudo constatar el alcance real de los daños: 16 mausoleos arrasados, la citada Puerta del Fin del Mundo totalmente destruida y 4.203 manuscritos quemados de los aproximadamente 300.000 que alberga esta ciudad en distintas bibliotecas privadas. Algunos habían sido ya digitalizados, pero no todos. Una parte de la historia de esta ciudad, que entre los siglos XV y XVI fue centro del saber y la cultura en África, había sido eliminada para siempre. La directora general de la Unesco, Irina Bokova, aseguró que los mausoleos, lugares de peregrinaje para los habitantes de la región, serán reconstruidos. Aunque en Tombuctú todos saben que ya nada será igual, que las nuevas piedras no podrán nunca sustituir el valor de las antiguas. Terminada la guerra, los desplazados han decidido volver. Pero algunos daños son irreparables.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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