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Noche de cine bajo la lluvia

La gala de los Goya celebra su 28ª edición entre política, taquilla raquítica y la espantada del ministro Wert

Protestas en la entrada de la ceremoia.
Protestas en la entrada de la ceremoia.efe

La lluvia, el frío y el barro son los que, de momento, están dando la bienvenida a los primeros invitados a la gala de la 28º edición de los premios Goya, en el Centro de Congresos Príncipe Felipe, en el hotel Auditorium de Madrid. Poco público en los alrededores en esta tarde tan desapacible, en el interior reina la calma. El presentador de la gala, Manel Fuentes, espera tranquilo en el camerino su gran estreno, mientras el director de la Academia de Cine, Emilio Pina, solo muestra su preocupación por el deslucimiento de una alfombra roja mojada: “Estoy muy relajado. Y muy centrado en el espectáculo, ya quela gala está absolutamente clara”. Muchos de los protagonistas de la noche ocupan sus habitaciones de este establecimiento para engalanarse de cara a la fiesta. Otros llegarán directamente de sus casas.

Menos relajados está el colectivo de figurantes que, un año más, ha acudido a la gala para protestar en la misma puerta del hotel y reivindicar su rol en el cine. “Premian de todo: luz, sonido, montaje, y no reconocen a los que somos fundamentales para que salga una película”, cuenta Martín Clavero, de 68 años, mientras sacude uno de los globos negros, símbolo de su petición. A su lado, unos 40 aficionados aguardan a la llegada de las estrellas. Al otro lado de la calle, justo ante la entrada del edificio y protegidos con paraguas, los tradicionales extras que una agencia contrata y convoca para la gala se preparan para elogiar a gritos a los protagonistas que vayan llegando.

En los días previos a la gala de los Goya de este año muchos se preguntaban si la ceremonia sería tan politizada como la de 2013. El año pasado el eco de desahucios, recortes en sanidad y el ivazo resonó casi tanto como los nombres de los ganadores

En los días previos a la gala de los Goya de este año muchos se preguntaban si la ceremonia sería tan politizada como la de 2013. El año pasado el eco de desahucios, recortes en sanidad y el ivazo resonó casi tanto como los nombres de los ganadores. Sin embargo, pese a que el IVA cultural sigue al 21% y las salas de cine continúan cerrando, muchos sostenían que esta noche la política no sería tan protagonista. Hasta el jueves, claro. Porque ese día el ministro de Cultura, Educación y Deporte –y por tanto también del cine- José Ignacio Wert informó que una cita a primera hora del lunes con el ministro británico de Universidades le impediría acudir a la gala. En su lugar, sí estará el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, acompañado por la directora del ICAA, Susana de la Sierra.

La ausencia de Wert fue, quizás, la gota que colmó el vaso de la paciencia de la industria del cine, el último de los numerosos desencuentros entre el ministro –y el Gobierno del que forma parte- y los creadores. De ahí que, una vez abierta la caja de Pandora, muchos de los nominados a los Goya criticaran abiertamente la “cobardía” del ministro, su “desprecio” por el cine español y sus “mentiras”: prácticamente nadie se cree el motivo oficial de la ausencia y algunas fuentes apuntan al desagrado de Wert ante otros posibles abucheos como los que sufrió en la entrega de los premios Forqué.

La ausencia de Wert fue, quizás, la gota que colmó el vaso de la paciencia de la industria del cine, el último de los numerosos desencuentros entre el ministro –y el Gobierno del que forma parte- y los creadores

Sea como fuere, la política puede volver a protagonizar la gala. Y a saber si también los discursos de los premiados. En cuantos a ellos, la ceremonia se presenta muy reñida. La herida, Vivir es fácil con los ojos cerrados, Caníbal, 15 años y un día y La gran familia española compiten por ser la mejor película española del año sin que haya una clara favorita.

Lo cierto es que la taquilla no ha premiado especialmente a ninguna de ellas. La gran familia española, con sus tres millones recaudados, suma más que las otras cuatro competidoras juntas. Vivir es fácil con los ojos cerrados se coloca segunda con unos 700.000 euros en una lista que cierra La herida con sus 122.000 euros. Mejor les ha ido, por ejemplo, a tres películas que aspiran a otros goyas pero no a la categoría reina: Tres bodas de más, Los amantes pasajeros y Las brujas de Zugarramurdi han superado con creces los cuatro millones.

También es cierto que, gane quien gane, será una primera vez: ninguno de los directores de las nominadas cuenta con un Goya al mejor filme. De hecho, David Trueba, Manuel Martín Cuenca y el debutante Fernando Franco nunca se han hecho con ningún cabezón. Gracia Querejeta sí tiene uno, por el corto El viaje del agua. Aunque fue una obra codirigida que ganó ex aequo. “Tengo un tercio de la mitad de un Goya”, explica ella misma hoy en El País Semanal. Y Daniel Sánchez Arévalo, que lidera las nominaciones con las 11 obtenidas por La gran familia española, obtuvo el cabezón a mejor director novel por Azuloscurocasinegro.

Uno de ellos lucirá esta noche el gran premio del cine español.

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