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Philip Seymour Hoffman, fundido a grande

Recorrido por la filmografía de uno de los mejores actores de su generación Uno de los hombres con más talento que ha dado el cine moderno

Toni García
Philip Seymour Hoffman en su interpretación de Truman Capote.
Philip Seymour Hoffman en su interpretación de Truman Capote.

A Philip Seymour Hoffman, como a tantos otros grandes, no le gustaba lidiar con la prensa. Podía ser evasivo, rudo o simplemente seco, pero debajo de todo ello se intuía un malestar ligado a la timidez. Seymour Hoffman, el más grande actor de su generación, era de esos tipos que no necesitaba más de cinco minutos para montar un fuerte alrededor de su personaje: ese Lester Bangs pasado de vueltas de Casi famosos, el déspota clasista de El talento de Mr Ripley, el profesor tímido y apocado de La última noche, el tipo deshilachado y quebradizo de Magnolia o el magnético líder de The master.No había ningún parecido entre esos personajes, hombres cortados por patrones distintos que solo se encontraban en el rostro del pelirrojo con más talento que ha dado el cine moderno.

Se le recordará por su brillantez actoral pero también por ese particular abanico gestual que daba brío a sus personajes: de manos grandes y cuerpo curvado, el de Nueva York actuaba en primera cuando sus colegas tenían problemas para sentirse cómodos en turista. Muchos recuerdan al tipo de Boogie nights,al desgraciado de Antes de que el diablo sepa que has muerto o al atormentado protagonista de Happinessaunque sus grandes triunfos comerciales fueran Twistero Misión: Imposible III, demostración de su capacidad como camaleón (aunque el sustantivo se antoje pequeño), de su vocación de eterno equilibrista.

Al actor se le notaba cansado en las últimas entrevistas que concedió. Era difícil distinguir qué era hartazgo y qué cansancio, pero el aspecto de Seymour Hoffman se había convertido en una de las comidillas favoritas en determinados círculos de la profesión. Se supo que en mayo de 2013 ingresó en una clínica para intentar dejar la heroína. Naturalmente, nadie confirmó ni desmintió nada. Al intérprete le molestaba la fama, la idea de ser un personaje público, tanto como las preguntas estúpidas o las ruedas de prensa, y jamás dio carnaza a los que pretendían convertir su caso en columnas de tinta. Su muerte, al parecer por sobredosis, une al actor al triste círculo de grandes artistas que han sucumbido al lado más oscuro de sí mismos. En 2014 le esperaban tres películas y una serie de televisión, aunque su testamento fílmico (abrumador) quede ya a sus espaldas.

A sus 46 años, con tres hijos pequeños, Seymour Hoffman deja un hueco gigantesco en la historia del cine y la incógnita de hasta donde hubiera llegado con un poco más de paciencia y algo de buena suerte. Al cinéfilo le quedan una docena de obras monumentales y el recuerdo de un hombre pegado a una pantalla de cine, el lugar donde vivió y en el que nunca será olvidado.

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