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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Historiadores

No se entiende una enciclopedia del cine que ignore a Lubitsch y Mankiewicz

Carlos Boyero

Con un afán que bordeaba lo enfermizo me dedicaba continuamente en la adolescencia y en la primera juventud a hacer innumerables listas de las películas que más me gustaban, los momentos del cine que me conmovían de forma especial, los actores y actrices que desprendían imán y credibilidad. En algún lugar de esa casa familiar que cerré hace años deben de estar abandonados aquellos cuadernos dedicados a una de las cosas que más he amado en la vida, a ese cine con el que jamás me sentí solo, a esa catarata de sensaciones inolvidables.

A estas alturas de mi existencia creo conocer bastante bien la historia del cine. Y, por supuesto, cada espectador podría escribir la suya sobre el cine que considera imprescindible y está será forzosamente subjetiva, reflejará los gustos de cada uno y, como todo lo personal, podrá ser discutible.

La distribuidora tiene el detalle de hacerme llegar en DVD una serie de 15 capítulos y 900 minutos creada por el crítico irlandés Mark Cousins y titulada La historia del cine: una odisea. Había oído hablar de ella. Sé que la exhibió Canal + y que también se podía encontrar en Filmin, una plataforma de cine en Internet.

La ha producido Channel Four con transparente lujo y ofreciéndole al director la posibilidad de patearse el mundo a lo largo de años buscando las raíces, los lugares y los creadores que inventaron las mejores películas. El lenguaje por parte del narrador es apasionado y sus convicciones pretenden ser rotundas. El despliegue visual que hace para demostrar sus teorías también es poderoso. La actitud de este tipo durante un rato me cae bien, aunque afirma cosas tan exóticas como que el actor más famoso que ha existido es un indio, que “Casablanca es demasiado romántica para ser un clásico”, o que el cine japonés es el mejor que se ha realizado.

Y puedo admitir que sus ídolos sean Godard, Antonioni, Leone, Dumont, Hou Hsiao-hsien, Tsai Ming-liang, el cine senegalés e iraní, el cine de terror japonés, y así. Que los impostores, los modernos, los esnobs y los frikis se lo monten como quieran. Pero que en una historia del cine no le dé tanta relevancia a Wilder, Lubitsch, Ford, Mankiewicz, Lang, Eastwood, Rossellini y tantos otros es algo peor que un error o una estafa. Es una idiotez.

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