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crítica de '20 años no importan'

Asalto a la cuna

Esta película francesa provoca una reflexión más compleja que la que en principio merecería un producto con objetivos puramente comerciales

Javier Ocaña
Virginie Efira, en '20 años no importan'.
Virginie Efira, en '20 años no importan'.

De comedias románticas sobre el despertar a la vida de un cuarentón anclado en la rutina gracias a la relación con una joven guapa y fresca, y 20 años menor, está la historia del cine llena. De lo mismo, pero intercambiando roles, con una mujer y un chico, infinitamente menos. Aunque solo sea por ello, la película francesa 20 años no importan ya provoca una reflexión más compleja que la que en principio merecería un producto de este tipo, leve, pasajero, con objetivos puramente comerciales (lo que no es poco) y divertido con moderación, sin trascendencia, pero con oficio.

20 AÑOS NO IMPORTAN

Dirección: David Moreau.

Intérpretes: Virginie Efira, Pierre Niney, Charles Berling, Gilles Cohen, Diana Stewart.

Género: comedia. Francia, 2013.

Duración: 92 minutos.

Con un aspecto formal por encima de la media en la comedia comercial francesa (fotografía, puesta en escena, cuidado en la línea musical), este tercer largometraje de David Moreau (por primera vez en solitario, y alejado radicalmente del género de terror de Ellos y de la estadounidense The eye) tiene uno de esos guiones con estructura de escuadra y cartabón en los que cada giro, y su minutado, son fácilmente previsibles. Sin embargo, aparte de un momento sexual con François Hollande como protagonista que los últimos acontecimientos convierten en doblemente cómico, dos particularidades revelan interés y buenas dosis de novedad. Primera, y sin necesidad de desvelar nada, su poco acomodaticio desenlace, con el que se despega de los pocos acercamientos a semejante cuestión. Y segunda, la atrayente exposición sobre la dictadura de cierto periodismo (sobre todo el de moda y tendencias) que, llegada la cuarentena de edad, arrincona a sus experimentados trabajadores como exponentes del agotamiento de ideas y en busca de savia nueva que no pocas veces solo está anclada en la pura y simple tontería.

Eso sí, la confección del reparto también da pie a otro pensamiento: ¿se hubiera visto igual la película si en lugar de la guapísima Virginie Efira la protagonista hubiese sido un callo, como suele ser habitual cuando el lado adulto de este tipo de comedias está ocupado por los hombres, y en lugar de un chico fresco, pero lejos de la hermosura, hubieran puesto a un chaval cañón? Un paso que quizá deba ser el siguiente hacia la normalización.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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