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Un ‘Coppélia’ de tradición

El Ballet de Cámara de Madrid pasea por España una versión de raigambre franco-ruso-cubana

El Ballet de Cámara de Madrid, perteneciente al Instituto de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, relanza su andadura independiente como agrupación profesionalizada con una gira por España (con especial atención a la región madrileña) con Coppélia, en una versión refrescada en algunos aspectos, pero basada filológicamente en la coreografía de Alicia Alonso sobre la original de Arthur Saint-León (París) y Marius Petipa (San Petersburgo) y con el soporte imperecedero de la música de Leo Delibes.

Todo ello, en un montaje muy didáctico dirigido artísticamente por las profesoras Marta Garcia y María Cristina Alvárez. Ambas son docentes universitarias y antes bailarinas de la compañía titular cubana; García fue una reputada Swanilda y Álvarez también está en los anales del ballet caribeño por su encarnación del Amanecer. La producción cuenta con los históricos diseños de Julio Castaño y se corresponden plásticamente con la muy alabada versión habanera, que procede de un original reglado en origen por León Fokin en los años cuarenta del siglo pasado por encargo de Fernando y Alicia Alonso. Entre los principales solistas de esta gira figuran la española Eva Nazaret como Swanilda. Como su enamorado Franz, el bailarín húngaro Ivancsa Soma, que se alterna con el rumano Razvan Constantin Jacob. Encarnando el Dr. Coppelius estará Arturo Morán.

Siempre se acude a esta sentencia que ya Balanchine puso en negro sobre blanco: tal como el ballet Giselle es una gran tragedia, Coppélia es una gran comedia. Pese a que es probable que el mundo teatral contemporáneo y los públicos estén mejor condicionados para recibir una comedia que una tragedia, Coppélia escasea en las carteleras teatrales. Hace poco tiempo, el Teatro Bolshoi de Moscú revivió la suya y el Teatro alla Scala de Milán también un poco antes, esta última en la versión del también cubano Enrique Martínez (que siempre reconoció hizo la suya sobre lo que había aprendido de la de Leon Fokin y Alonso), y que se mantiene también en el cartel neoyorquino del American Ballet Theatre desde 1968; hay variantes, pero no contradicciones y salta a la vista el tronco común y los lazos estilísticos.

Pero Coppélia es una comedia con un curioso y complejo fondo psicológico, un retruécano, hasta el punto que el cuento original de E.T.A. Hoffmann (El hombre de la arena) que inspiró el libreto a Charles-Louis-Etienne Nuitter para la coreografía de Arthur Saint-Léon de 1870, mereció la atención del Sigmund Freud, que le dedicó un ensayo analítico, hoy tenido como modélico.

La verdad es que Coppélia gusta a todo el mundo y es también cierto que los personajes protagónistas, Swanilda y Franz, están más cerca de Lise y Colas de La fille mal gardée (Dauverbal-Petipa/Ivanov) que de los fatales y sufridos héroes y las sacrificadas heroínas románticas. Franz y Swanilda son jóvenes alegres y enamorados envueltos en acciones concretas y realistas y no víctimas de íncubos trágicos o mágicos. En un análisis precedente sobre esta obra ya se dijo que la materia coréutica patrimonial de Coppélia es muy evidente y clara en lo que queda realmente hoy de histórico, de dónde viene y cómo ha sobrevivido: la tradición franco-rusa que acumula algunos materiales bellísimos que por suerte se han transmitido de generación en generación y de escuela en escuela.

Entre otros méritos, es el primer ballet que introduce orgánicamente en su literalidad (con cierto gusto filológico en la estructura de la obra) estilizadas mazurcas y czardas’ algo que hasta la fecha solamente estaba reservado a las danzas españolas de Escuela Bolera. Tampoco en Coppélia falta en el segundo acto un delicioso y breve pero intenso “Bolero” español que se hace con cierta pantomima cómica.

Dicen que sobre Coppélia pesa una maldición: Saint-Léon murió de un infarto poco después del estreno; la primera Swanilda murió de hambre durante la guerra franco-prusiana a los tres meses del estreno y ya estaba enferma cuando estrenó el ballet de marras; otros implicados en la obra perecieron por la epidemia de viruela que asoló París esos días. Una paradoja, pues Coppélia es alegría, “scherzi giocossi” y final feliz, y así lo recordaba Balanchine de su niñez y juventud en San Petersburgo, cuando bailaba las mazurcas por los Ballets Imperiales en Mariinski.

Rudolf Nureyev (que bailó mucho esta obra) decía: "Coppélia puede ser infantil, pero no estúpida”. Y esta es otra clave de su interés actual: no hay arbitrariedad en su historia, salvo que los autómatas han pasado de moda como juguete infantil, sustituidos por las consolas electrónicas.

Coppelia o La muchacha de los ojos de esmalte, ballet-pantomima en dos actos y tres escenas se estrenó en el Teatro Imperial de la Opera de la Rue Le Peletier de París el 25 de mayo de 1870 en presencia del emperador Napoleón III. El libreto original de Charles Nuitter y Arthur Saint-Léon; los decorados fueron de Cambon, Despléchin y Lavastre, mientras el vestuario fue del ya anciano Paul Lomier, el mismo que creara treinta años antes los fantásticos tutús de Giselle. Nuitter, archivero de la Opera y conocedor de los entresijos del ballet, no quiso trasladar al guión del ballet “Coppelia” todos los detalles morbosos del cuento de Hoffmann, un universo tenebroso donde un personaje de tintes satánicos, Coppelius, no se priva de extraerle los ojos de los vivos para trasladarlos a los muñecos autómatas que construía y así pasarles el aliento de la vida. Nuitter prefiere hacerle pasar por un vejete un poco alocado y excéntrico, avaro por más señas, que construye hermosos y entretenidos mecanismos. También traslada la acción a la región de Galizia, ideal para un ballet por su profusión de mazurkas y czardas endiabladas de vertiginosas dificultades y de ritmos vivos.

Coppelia es un ballet que contiene la ilusión de crear un autómata capaz de ser dotado de vida (algo de esto hay también en Pinoccio’, la burla inclemente de los jóvenes ante la fealdad y la vejez, el desarrollo paralelo de los amores de Franz por Swanilda (una chica real) y una muñeca articulada que se mezclan en un solo ser teatral, la muñeca que logra tomar vida mediante un engaño (Swanilda sustituye a la muñeca preferida del viejo doctor Coppelius y este cae en el ardid), sin perder de vista que se alude como fondo a la alquimia, a la magia y sus poderes sobrenaturales.

Fechas de la gira: Alcorcón, Teatro Buero Vallejo (7 de febrero), Villaviciosa de Odón, Teatro Teresa Berganza (8), Zamora, Teatro Principal (14), Majadahonda, Casa de la Cultura Carmen Conde (15), Coslada, Teatro La Jaramilla (5 de abril), Salamanca, Teatro Liceo (11), Torrejón de Ardoz, Teatro José María Rodero (26), Arganda del Rey, Auditorio Monserrat Caballé (27) y Getafe, Teatro Federico García Lorca (17 de mayo).

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