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CRÍTICA | 'Nymphomaniac 2'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Como un árbol solitario

Von Trier coloca la corrección política en su punto de mira, mientras pone al día el viejo 'softcore' en tiempos 'hardcore'

Jamie Bell, en 'Nymphomaniac 2'.
Jamie Bell, en 'Nymphomaniac 2'.

Como bien nos hace entender una secuencia de Nymphomaniac. Volumen 2, el término ninfómana está en desuso, sustituido por el concepto de “adicta al sexo” que exige el lenguaje preservativo de la corrección política. También está en desuso el subgénero cinematográfico —el softcore— que, a comienzos de los setenta, popularizó el viejo término para jugar al escándalo suave y reafirmar la moral burguesa en películas como Yo soy ninfómana (1971) del francés Max Pécas o para cuestionar esa misma moral en trabajos posteriores como Diario íntimo de una ninfómana (1973) de Jesús Franco. En su ambicioso nuevo proyecto —cuya versión íntegra, aplazada hasta el festival de Berlín, podría matizar la valoración de estos montajes parciales (aprobados, pero no realizados por el autor) que han llegado el circuito comercial—, Lars von Trier coloca el puritanismo hipócrita de la corrección política en su punto de mira, al tiempo que se plantea el reto de cómo poner al día el factor de escándalo del viejo softcore en tiempos de extenuación hardcore.La respuesta que ha encontrado el danés para este último problema —integrar digitalmente sexo explícito sobre el cuerpo de actores que, según informan los créditos, no lo han practicado en el rodaje— es especialmente alambicada: lo que quizá resulta más llamativo es que, por lo menos en esta versión dividida en dos entregas, el factor de provocación no está ahí, sino en las ideas que el diálogo entre Joe (la ninfómana) y Seligman (su benévolo y culto rescatador / interlocutor) va desgranando con elegancia y brillantez.

Tras el contundente —y melodramático— continuará de la primera parte, era legítimo temer que, en esta segunda entrega, el diálogo entre un deseo irrefrenable que desea ser castigado y una razón civilizada capaz de justificarlo todo podía derivar hacia algún tipo de moralina. No es así. Lars von Trier resuelve el duelo dialéctico de manera modélica —casi con un chiste que es afortunada síntesis—, tras hacer temblar a sus incondicionales con una maniquea lectura feminista que, por fortuna, no supone el punto final. El deseo se convierte en último bastión que no puede ser domado por la racionalidad. La reflexión sobre la pedofilia o la escena de sumisión donde Joe logra conquistar, de manera épica, su propio placer dan la medida, de auténtica grandeza, de una película donde cineasta y heroína reconocen su imagen simbólica en un árbol solitario que se alza, orgulloso, en los territorios de exclusión del consenso moral y estético.

NYMPHOMANIAC. VOLUMEN 2

Dirección: Lars von Trier.

Intérpretes: Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Shia Labeouf, Stacy Martin, Jamie Bell, Willem Dafoe.

Género: drama. Dinamarca, 2014

Duración: 130 minutos.

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