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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Costura

Claudio Abbado no se mordía la lengua cuando consideraba criminales a quienes aplican recortes sobre la educación y la cultura en esta crisis que ya podemos llamar de la igualdad

David Trueba

Ha muerto Claudio Abbado, que como director de orquesta poseía un elevado sentido de la armonía, necesario para que el mundo funcione. Coser las notas a la interpretación de la orquesta puede ser una tarea rutinaria o excelsa. Y no nos engañemos, al fin y al cabo, una orquesta es un país. Llamamos director de orquesta, fuera de lo musical, a quien personaliza el orden y el liderazgo. Abbado no se mordía la lengua cuando consideraba criminales a quienes aplican recortes sobre la educación y la cultura en esta crisis que ya podemos llamar de la igualdad y no tanto financiera. Él pensaba en futuro, porque vivía con la cabeza puesta en la siguiente nota de la partitura.

Mariano Rajoy compareció en ese mismo día de luto en la cadena de televisión más acogedora con sus ideas. Lo hizo además subido a la ola del último episodio de El tiempo entre costuras, que le hizo de ciclista gregario para dejarlo en la cima del empinado puerto de la audiencia. Y no defraudó, porque pasará a la historia como el dirigente calmoso, que sostiene que todo problema se extingue por sí solo si esperas lo suficiente. Costurero de sus tiempos, Rajoy tiene su técnica y quizá lo más costoso para él es enfrentarse a la prensa que quiere respuestas, acción, resolución y conflicto. Todo lo que el presidente sueña con extinguir de este mundo cruel, pero que no desaparece tan fácilmente.

Se mojó por la infanta Cristina, porque es la única playa que no le afecta, que ni le moja los pies. Mejor hablar de ella que de Bárcenas. Afirmó que no va a cambiar a sus ministros hasta que termine la legislatura. Quizá no tiene a nadie mejor para esos puestos en estos días en que nadie con prestigio quiere embarcarse en la política. Utilizó mucho, hasta para vadear el problema catalán, la expresión “mientras yo sea presidente”. Esa podría ser una clave. No parece preocuparle demasiado todo lo que queda pendiente, solapado y derruido para ese futuro cercano. Su estrategia le funciona, pero algún remiendo ayudaría a no transmitir esta sensación de que cose, afanoso y sin premuras, un traje invisible. Que no hay nota siguiente en esta partitura muda.

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