_
_
_
_
_
OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Auténticas falsedades

No me negarán que escuchar a un alcalde utilizar la expresión “auténticas falsedades” delata su subconsciente. Puede que las verdaderas mentiras fueran las que quería colarle a los vecinos del barrio burgalés

David Trueba

Horas antes de que diera marcha atrás y paralizara las obras en el barrio de Gamonal, escuchábamos al alcalde de Burgos en Onda Cero afirmar que la protesta vecinal se sustentaba en “auténticas falsedades”. Este lapsus lingüístico lo puede cometer cualquiera, porque usamos “auténtico” como sinónimo de “enorme”, en lugar de “verdadero”. Así decimos habitualmente auténticas burradas o auténticos disparates. Pero no me negarán que escuchar a un alcalde utilizar la expresión “auténticas falsedades” delata su subconsciente. Puede que las verdaderas mentiras fueran las que quería colarle a los vecinos del barrio burgalés como mejoras, porque todo huele al habitual empeño de nuestros gobernantes por exprimir a las clases humildes en beneficio de los pelotazos urbanos.

Pero más allá de los lapsus del subconsciente queda, a través de la polémica, un elemento mucho más preocupante. Las autoridades del Ministerio del Interior se apresuraron a apuntar hacia elementos antisistema y profesionales del sabotaje venidos de otras provincias. Hasta el sindicato policial tuvo que aclarar que todos los detenidos estaban empadronados en Burgos para no participar de una mentira que resultaba cómoda. La mentira es siempre un sofá confortable donde la verdad duerme la siesta. Es curioso que suceda esto días después de que la cúpula de Interior sacrificara a su departamento de comunicación porque había filtrado unas detenciones a la prensa antes de que se produjeran, con el consiguiente peligro para la operación policial y la obtención de pruebas. Es habitual sacrificar al mensajero cuando en realidad cumple una estrategia general de precipitación, intoxicación y extremado deseo de rentabilizar políticamente la acción de los servidores del Estado.

Que todo un secretario de Estado de Seguridad pretenda colar como violencia seudoterrorista lo que hasta el mismo alcalde de la ciudad termina por reconocer como descontento vecinal es preocupante. Pese a la gozosa mayoría absoluta es urgente hacer pedagogía con la responsabilidad institucional. Detentar la voz del Estado obliga a prudencia y rigor informativo. El partido político tiene espacio de sobra en los medios para hacer calar su interpretación sesgada de los hechos. La credibilidad de las instituciones sale perjudicada cuando expandes “auténticas falsedades” con el sello de autoridad que concede el cargo público. Y eso no es un lapsus, sino una enfermiza manera de hacer.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_