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el hombre que fue jueves
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los hilos de Carlota

Fue la única obra de Miguel Mihura que se vio “en el extranjero”, como se decía antes. La obra se presenta en el María Guerrero, de Madrid

Marcos Ordóñez

Si la memoria no me falla, Carlota, de Miguel Mihura, que se está representando en el María Guerrero, fue la única obra de su autor que se vio “en el extranjero”, como se decía antes: en marzo de 1960 se estrenó en el teatro Édouard VII de París, que en los años veinte había sido el feudo de Sacha Guitry. En los primeros cincuenta, Raymond Rouleau dirigió allí Un tranvía llamado deseo, con Arletty, y en el 58 volvió a ser un teatro de boulevard en manos de Claude Génia, la protagonista de la obra de Mihura. Era rusa, nacida en Vetluga, y muy combativa: en 1971 firma el famoso Manifiesto de las 343, en el que un grupo de escritoras y artistas reconocían haber abortado, exponiéndose así a penas de cárcel, un asunto muy actual.

¿Por qué eligió Carlota, que no había sido precisamente un taquillazo, en lugar de otra pieza más exitosa de Mihura? Quizás por su tono de comedia policiaca a la inglesa, que le daba un perfume cosmopolita. Compruebo que fue una producción de primer orden. Génia le encomendó el espectáculo a Jacques Mauclair, un estupendo director, alumno de Jouvet y miembro de su compañía en la posguerra, especialista en Ionesco, de quien estrenó Las sillas, Víctimas del deber y, el mismo año de Carlota, El rey se muere. Repasando el excelente reparto me he sentido como un investigador modianesco. Rastreo, de entrada, una curiosa conexión Camus. Michel Bouquet, que ya era un primerísimo actor, acababa de hacer Los poseídos, de Dostoievski, en versión y puesta de Camus, en el Théâtre Antoine. Bernard Woringer, también en lo alto del cartel, había sido Tello en Le chevalier d’Olmedo que Camus montó en el 57 en el Festival de Angers. Y la versión de Carlota corrió a cargo de Emmanuel Roblès, periodista, escritor y editor, de quien Buñuel adaptó Cela s’apelle l’aurore en el 55: era oranés de origen español, amigo de Camus y, en el 56, miembro, como él, del comité por la tregua civil en Argelia.

La guerra de Argelia traza otro hilo. Yo había leído en una entrevista con Mihura que el estreno de Carlota en el Edouard VII fue accidentado: el día del ensayo general hubo que sustituir a uno de los actores porque había sido detenido “por poner bombas”. He encontrado una crónica en ABC de Carlos Sentís, fechada el 6 de marzo de 1960, donde habla de la detención “de Jean Rispal, que interpretaba al misterioso jorobado de la comedia”. La conexión Camus me lleva al réseau Janson, al que pertenecía Jacques (no Jean) Rispal, y que, por cierto, no era ningún terrorista. Miembro de la Resistencia y del Partido Comunista, ayudó a muchos judíos a escapar de los nazis; estudió teatro con Pierre Renoir y Charles Dullin y en los días de la guerra de Argelia formó parte de la red creada por el periodista y editor Francis Janson, formada por artistas, intelectuales y militantes de izquierda que recaudaban y transportaban, clandestinamente, fondos de apoyo al Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN). Como la mayoría de los miembros de la red, Rispal fue procesado por el juez Batignes y condenado a dos años de cárcel en la Santé. Pero el hilo de la red Jeanson daría para un artículo mucho más extenso.

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