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DANZA | Los ballets de las Navidades

Un ‘Cascanueces’ con vida interior

Jean-Christophe Maillot celebra los 20 años de director en Montecarlo con un ballet de navidad retrospectivo y protagonizado por la española Anjara Ballesteros

Representación de 'Cascanueces' por los Ballets de Montecarlo.
Representación de 'Cascanueces' por los Ballets de Montecarlo.

Se han anotado un tanto a gran escala los Ballets de Montecarlo con este último estreno del año, un Cascanueces que quiere revisar la vida de la compañía y del amor que se vive desde hace décadas en este enclave mediterráneo por la danza. En la escenografía, como un cameo, una gran foto de la princesa Carolina niña en la barra recibiendo una clase de ballet, lo que se convierte en una cita explícita.

En realidad, el trabajo de artesanía es muy minucioso. Se trata, para resumirlo, en un ballet de “fondo de armario” de la propia compañía y sus producciones precedentes con guiños a la platea enterada, como las rivalidades de las estrellas y el gesto dominante de los maestros “a la antigua”, con sus preferidos y sus detestados, como ha sido siempre desde que el mundo es mundo y el ballet es ballet.

Otro momento de 'Cascanueces'.
Otro momento de 'Cascanueces'.

Maillot recorre la compañía por dentro, pero también el repertorio ajeno con una síntesis de homenaje a Balanchine. Con la introducción de un fragmento de la Serenata para cuerda siempre de Chaicovski (que es la base sonora del ballet Serenade), Maillot se embarca en una fiebre balanchiniana que dura un rato largo, delicioso y virtuoso. Ellas van con los trajes de Concerto barocco (otro Balanchine) pero juegan al canon sinfónico de otras piezas del creador ruso; por detrás aparecen los tutús de Tema y variaciones, a piezas sueltas, como una cita literaria lanzada al vacío de luz del escenario. Los trajes que ideó Karl Lagerfeld para Jeune homme del desaparecido coreógrafo alemán Uwe Scholtz también pasan como una exhalación por la escena. Son chispazos en la memoria colectiva del conjunto mientras se va contando la propia historia de Cascanueces con el inserto de escenas de CenicientaLa bella durmiente, sin olvidar Sueño de una noche de verano y Romeo y Julieta. Es una amalgama llena de magia y dinámica que culmina en una fiesta sinfónica, casi circense y llena de colorido conseguida con sus colaboradores habituales: Alain Lagarde en la escenografía y el siempre imaginativo Philippe Guillotel para los trajes. La dirección orquestal en un tono brillante, muy ajustada a la ocasión, fue de Nicolas Brochot.

No podía faltar Bernice Coppieters que hace una especie de hada luminiscente a la vez que Drosselmeyer (tutor del argumento clásico original) y guía la acción hasta los territorios del sueño. Pero la estrella de la velada ha sido la española Anjara Ballesteros, acompañada de un magnífico y explosivo Stéphan Bourgond como el príncipe, también cambiante en su rol múltiple hasta ser también Romeo. Anjara se muestra madura, se deja la piel en un ballet largo que siempre la reclama sobre el escenario. El Cascanueces de los Ballets de Montecarlo estará en el Forum Grimaldi del principado de Mónaco hasta el próximo 5 de enero.

Pero hay otro título que desde hace años le hace la competencia a Cascanueces en las carteleras internacionales: La bella durmiente, que en su origen es también un producto ruso con partitura de Chaicovski y coreografía de Marius Petipa. ¿A qué se debe este furor con el cuento de Perrault? Entre otras cosas a que comparten muchos ingredientes visuales y temáticos y a que siempre ambos títulos han hecho las delicias de pequeños y mayores. Este año hubo la semana pasada una Bella en formato de cámara por La Mov en Zaragoza con coreografía original de Víctor Jiménez mientras la Ópera de París ha hecho una larga serie de representaciones de este clásico en el La Bastilla con la muy barroca coreografía de Rudolf Nureyev.

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