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crítica de 'caminando entre dinosaurios'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mala suma

En el cine sumar uno más uno no siempre da como resultado dos. Y esta película es una muestra.

Javier Ocaña
Fotograma de 'Caminando entre dinosaurios'.
Fotograma de 'Caminando entre dinosaurios'.

En el cine sumar uno más uno no siempre da como resultado dos. Y Caminando entre dinosaurios es una muestra. Un director especializado en animación, Barry Cook, creador de Mulan, junto a un experimentado documentalista especializado en naturaleza, Neil Nightingale, con decenas de trabajos para la BBC. Un escenario real, en este caso bosques, lagos y ríos, espacios abiertos y espacios cerrados, que enmarcan a una serie de criaturas creadas en animación digital. Una temática, la estancia de los dinosaurios sobre la Tierra, tan atractiva para los críos como para los adultos acompañantes. Y sin embargo, cuánta charla. Tanto realismo animado, tanto esfuerzo técnico, tanta verosimilitud, para acabar escribiendo un guion no para niños, sino de niños, que no superaría el listón de un mal episodio de una mala serie de televisión infantil.

CAMINANDO ENTRE DINOSAURIOS

Dirección: Barry Cook, Neil Nightingale.

Género: aventuras infantiles. Estados Unidos, 2013.

Duración: 87 minutos.

Primer problema: el relato en sí no hace más que recoger estereotipos de El rey león y decenas de películas infantiles más. Segundo problema: los diálogos se alimentan demasiado de los ya cansinos anacronismos en actos, palabras, costumbres y gracietas, encumbrados gracias a la saga Shrek, y que a fuerza de reiteración han perdido todo su impacto. Aunque quizá el mayor problema sea el tercero, el que tienen muchas veces las películas protagonizadas por animales (y algunas animadas, como la saga Cars), sobre todo cuando el guion no supera un cierto listón: la paupérrima expresividad otorgada a los rostros de las criaturas provocan que, en este caso, el texto y el dinosaurio que dice tal texto sean entes no ya paralelos sino perpendiculares. Consecuencia: no se ve al personaje diciendo algo, sino que, en un ejercicio prestidigitador que roza lo metacinematográfico, lo que se acaba imaginando es al doblador del personaje diciendo ese algo. Así, buena parte de sus virtudes quedan empequeñecidas por un mal planteamiento de la narrativa, llevando al extremo lo peor que le puede pasar a una película que presume de hiperrealista: que la tramoya asome la patita por debajo de su brillantez técnica.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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