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Arquitectura de la periferia

Luis Úrculo explora la construcción en sus instalaciones audovisuales como proceso en diálogo con el tiempo y el espacio

El artista Luis Úrculo, ante su instalación en Matadero de Madrid 'Procesos infinitos'.
El artista Luis Úrculo, ante su instalación en Matadero de Madrid 'Procesos infinitos'. Álvaro García

Luis Úrculo (Madrid 1978) quiso buscar en la arquitectura una dimensión más dramática, que tiene que ver con la narración del espacio y de qué sucede con este cuando el tiempo entra en juego. Si comenzó sus estudios sin más referencias, “como una tabula rasa”, fueron diez los años de búsqueda hasta que finalmente completó sus estudios de Arquitectura y encontró la alternativa a la concepción clásica de la disciplina “que tiene que ver con la gravedad, con un resultado, una valoración que se basa en lo material”. Que el arquitecto, en fin, construya.

El camino de Úrculo se hallaba en la periferia de ese discurso y finalmente lo halló durante sus estudios en Chicago, la ciudad del viento y de emblemáticos edificios. Por medio del cine vio una continuidad hacia otro lugar de esos vectores “X, Y y Z” que le habían mostrado en la carrera y que convertían al campo en que se había formado “en algo estático”. La performance y las artes audiovisuales además de una formación autodidacta de lecturas y de visitas a museos han acompañado a las creaciones de este artista que se mueve ya en la escena internacional.

'Procesos infinitos' de Luis Úrculo.
'Procesos infinitos' de Luis Úrculo.

Como demuestra en la instalación Procesos infinitos que ahora exhibe en El Ranchito de Matadero Madrid, Úrculo, quien tiene estudio propio desde 2006, quiere indagar en los procesos, en las partes que componen un todo y se pueden crear y recrear en otras escalas y en otros escenarios. “Me interesaban más los proyectos antes de desarrollarlos y me daba cuenta de la magia que se perdía… Ahora mi trabajo consiste en suprimir las partes finales o de inicio de las cosas”. Procesos infinitos comenzó como investigación en una residencia en Tokio. En Matadero se muestran 13 de las 40 imágenes que componen la instalación definitiva, imágenes en bucle —sin que este se perciba— de tareas que se hacen y deshacen eternamente. “Este es un atlas de acciones. Siempre me ha producido mucho placer ver a la gente haciendo cosas, programas de cocina o de bricolaje”, relata mientras suena de fondo Réquiem por un infante difunto de Maurice Ravel que contribuye “a la atemporalidad y a borrar el contexto”.

El museo Guggenheim de Nueva York, según 'Covers' de Luis Úrculo.
El museo Guggenheim de Nueva York, según 'Covers' de Luis Úrculo.

Las acciones se suceden y encadenan en blanco y negro… Una persona se quita un jersey, una línea de objetos se va empujando los unos a los otros y acaba enganchando con el primer objeto, la nube aparece y desaparece “en una composición eterna de algo que va a acontecer pero nunca se va a ver”. Hay una parte ausente en esa narración “como pasa con el karaoke o cuando haces turismo y tienes que interpretar los lugares”. La segunda parte del trabajo de investigación en la capital nipona pero que Úrculo desarrollará en México se centra en las 5.000 onomatopeyas que en Japón representan sonidos “desde el silencio a brillo, resplandor, el agua saliendo de una botella” con una reconstrucción por fotografías “como la que se hace de los homicidios con números” para demostrar que el sonido “es una fuente de información que expande el entendimiento del espacio”.

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Ensayo sobre la ruina de 2012 es otro ejemplo de esa arquitectura en la periferia, con el vídeo como soporte, y la escultura y el dibujo. Luis Úrculo había sufrido un accidente de moto el año anterior que lo tuvo inmovilizado durante dos meses. El artista tuvo la percepción de que todo se descomponía a su alrededor. Una crisis personal, política y social. “Antes tenía la sensación de permanencia, de que vivía en un lugar estable y eterno…”. El arquitecto de Hitler, Albert Speer, un hombre que estudió la destrucción de los imperios romanos y griegos para pensar en la nueva Germania, le sirvió de referencia.

O Covers, en la que este arquitecto que se alió con el arte explora la dimensión doméstica de la arquitectura y la subversión de “los clichés de la culta, con maquetas perfectamente acabadas, con cartón pluma”. Los materiales, prueba de esa trastoque de las convenciones, son muy distintos: el edificio John Hancock Center de Chicago se alza a partir de los lomos de libros negros y dos velas lo coronan; la vajilla es el material con que la maqueta del Guggenheim de Nueva York, diseñado por Frank Lloyd Wright, se construye o la reproducción del complejo residencial y de comercio Marina City también en Chicago se realiza también con el apilamiento de boles.

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