_
_
_
_
_

Cabeza de familia

Con un padre casi siempre borracho y una madre pusilánime, el escritor tomó las riendas del hogar

El padre de Chéjov era un hombre despótico, y obsesionado por el dinero, pero con inclinaciones artísticas. Le gustaba tocar el violín y, devoto como era, pintaba imágenes sagradas. Esa vena creativa la heredaron los hijos. Amaban el teatro y de niños, en Taganrog, representaban ante amigos y parientes las piezas que Antón escribía. Luego las cosas se torcieron.

La pobreza que los atenazó en Moscú influyó en los mayores, que se dieron a la bebida. Alexei, el primogénito, escribía y mandaba sus escritos a las revistas, que de vez en cuando los publicaban. El segundo, Nikolai, era pintor, pero su holgazonería y el vodka le estropearon el futuro. En cuanto a los que venían detrás, Iván estudió para maestro, María se dedicó a las labores de casa y Mijaíl era todavía un niño cuando, alrededor de 1880, Antón se convirtió en el cabeza de familia. Con un padre casi siempre borracho y una madre pusilánime, tomó las riendas del hogar. Por eso le vinieron tan bien los kopecs que obtenía con sus relatos.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_