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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tejadillo

Azar y oportunidad quisieron que los madrileños tuvieran que pagar la tasa por recogida de basuras los días de la huelga. De ahí que chirriaran las palabras de Botella

David Trueba
Basura en las calles de Madrid.
Basura en las calles de Madrid.Samuel Sánchez

Azar y oportunidad quisieron que los madrileños tuvieran que pagar la espléndida tasa por recogida de basuras en los mismos días de la huelga de trabajadores de limpieza. Por eso sonó a chirrido impropio que la alcaldesa corriera a quitarse de encima el marrón, y nunca mejor dicho, aduciendo que se trataba de un conflicto entre una empresa privada y sus trabajadores. La deriva le obligó a rectificar. Los servicios públicos, por más que se especule con ellos y se hagan las cuentas ficticias de la lechera, siempre vuelven sobre la frente de las autoridades como el bumerán. Los españoles han bendecido con su pasividad una reforma que pronto se cobrará los restos de educación y sanidad públicas, donde la degradación del servicio tendrá entonces un efecto siniestro sobre nuestro modo de vivir y el ideal de igualdad.

La solidaridad que los empleados de recogida de basura y mantenimiento de jardines han encontrado en los ciudadanos, pese a ser estos los primeros perjudicados por la huelga, se fundamentaba en conocer las rebajas en salario y los masivos despidos a los que se enfrentaban. No sonaba decente el grado de precariedad y la criba en el número de trabajadores. Y eso sin conocer los sueldos de los consejeros delegados y directivos de las empresas concesionarias. De hecho, desde hace meses, se aprecia de manera evidente que las calles están sucias y abandonadas, luego las exigencias tendrían que provenir del Ayuntamiento pagador, para mejorar las prestaciones y supervisar cómo se emplea y distribuye el dinero que pagan los contribuyentes, verdadera madre del cordero de este conflicto.

Tras lo conseguido por trabajadores y sindicatos, que no es poco en época de aceptación pasiva de la debacle, renace la importancia de las relaciones laborales. Para la alcaldesa, de nuevo en otra salida de tiesto apresurada, se trata de un éxito de la reforma laboral. Sorprende después de haber movilizado a una ingente cantidad de policías y pagar barrenderismo de urgencia. Más bien se trata de lo opuesto. De la primera pista para entender que solo es posible luchar contra la precariedad y el insulto salarial si detrás está el papá Estado para reajustar las cuentas, correr con los gastos y exigir unos mínimos. Es una intemperie con tejadillo de uralita.

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