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CRÍTICA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una fallida banda de gente adorable

La audiencia da la espalda a 'Generación rock', la escuela de música para septuagenarios que dirige Melendi en TVE. Los mayores hacen reír con su franqueza, pero no basta la simpatía

Ricardo de Querol
Los concursantes de 'Generación rock' y, delante, los profesores Melendi, Reichel y Jopi.
Los concursantes de 'Generación rock' y, delante, los profesores Melendi, Reichel y Jopi.

¿Qué demonios tiene de chocante el rock a los 70 años? ¡Pero si fue esa generación la que lanzó ese género canalla, hijo bastardo del blues, a las masas del mundo entero! Si en Inglaterra quisieran reunir una banda de setentones podrían reclutar a Mick Jagger, Paul McCartney, Eric Burdon o Jimmy Page. España, ay, era diferente hace medio siglo, pero también aquí hubo pioneros que rompieron con su música la grisura del franquismo y que hoy rondan esa edad: Miguel Ríos, Micky, Los Pekenikes o Los Sírex.

El último concurso de talentos de TVE es Generación rock, que reúne a un grupo de septuagenarios con el objetivo de que canten como Freddy Mercury. Pero resulta que la mayoría son más aficionados a la copla, solo uno es capaz de pronunciar el inglés y nadie intenta siquiera coger un instrumento. Así que el interés está en observar sus progresos en el dominio vocal de un género que les es extraño, y queda claro que se les eligió precisamente por eso. Para mostrar historias de superación, eso que tanto se lleva en esta tele pública empeñada en el buenismo lacrimógeno y que, como Wert, nos quiere inculcar la cultura del esfuerzo.

Conduce el concurso Melendi, el cantante que saltó a la fama con sus rastas y su pop aflamencado, que ha dulcificado su imagen gamberra y que parece tan a gusto o más delante de las cámaras que detrás de los micrófonos. Tras su paso por La voz, que confiesa que le produjo una “sobredosis de popularidad”, ahora el asturiano dirige una peculiar escuela de música para mayores por la que pasan algunas figuras importantes del rock español, como Rosendo Mercado o Luz Casal. Tampoco unos chiquillos, por cierto. “Este podría estar entre nosotros si quisiera”, dijo un participante ante la canosa melena del rockero de Carabanchel. No es cierto: va una década por detrás.

A los concursantes les gustaba más la copla, no chapurrean inglés y ni intentan coger un instrumento. Otra historia de superación

Melendi maneja al grupo con simpatía. Se muestra cariñoso con los concursantes, y se ríe mucho con ellos, nunca de ellos. Los ancianos son adorables: se lo pasan bomba, y nos sacan alguna carcajada con esa franqueza que caracteriza a los que ya no tienen que demostrar nada. Su competencia musical, sin embargo, está íntegramente por demostrar tras dos episodios. Un coro no es lo mismo que una banda, lo que nos tememos que nunca serán. Lo visto hasta ahora es más propio de un karaoke.

El veredicto de la audiencia, siempre cruel, es un suspenso rotundo para Generación rock. En su primera entrega, aprovechando el tirón del Juve-Madrid de Champions, obtuvo un discreto 10,6% de la audiencia. Este martes se quedó muy por debajo, un 6,6%, arrollada por el estreno en abierto de la taquillera Avatar en Telecinco, que se llevó un 32%.

Dada la escasa atención que las televisiones en abierto dan a la música rock, uno lamenta el patinazo de Melendi y sus amables aprendices. Pero cabe preguntar si el invento interesará, siquiera, a los aficionados al género, que no somos ya tantos. Y no. Tiene mucho más mérito lo de David Trueba y Javier Limón juntando a bandas nacionales y extranjeras, veteranas y jóvenes, en la serie Un lugar llamado mundo (en Canal+). Eso es música de verdad. Lo de Melendi es un reality. Y fallido. ¿Habría sido lo mismo Masterchef si hubiera elegido a concursantes que en su vida hubieran puesto una sartén al fuego? No basta la simpatía.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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