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El fútbol callejero del norte al sur de Brasil

El fotógrafo Caio Vilela registra la informalidad del deporte en los 27 estados del país

Partido en el Arpoador, en la zona sur de Río de Janeiro.
Partido en el Arpoador, en la zona sur de Río de Janeiro.Caio Vilela

El fútbol forma parte del alma y de la identidad del brasileño, no importa si se juega en los estadios o en las calles. El fotógrafo de São Paulo Caio Vilela capturó incontables momentos en campos de fútbol improvisados, playas y orillas de ríos, donde niños y jóvenes disfrutaban, tal vez, el mejor momento del día: el fútbol con los amigos. Las 55 imágenes están expuestas en los pasillos del Conjunto Nacional, en la Avenida Paulista, en São Paulo, hasta el día 16 de noviembre. El proyecto Bola de rua (Balón callejero) incluye la publicación del libro Fútbol-Arte del Oiapoque al Chuí, la exposición y algunas conferencias sobre fotografía.

Geógrafo de formación, Vilela comenzó haciendo fotos de sus viajes por el país y el exterior, sin mayores expectativas de que su pasatiempo se convirtiera en oficio. En 1994, colaborando con el ya extinto Jornal da Tarde, escribió y fotografió reportajes sobre ecoturismo. Desde entonces, el también guía de viajes no paró de rodar el mundo. Su primer tiro a gol fue en 1995, cuando viajó por Asia durante seis meses. Los viajes, financiados por él mismo, se estiraron hasta algunos países de Oriente Medio, a pesar del enfoque turístico de los reportajes que vendía para la prensa brasileña. Pero no fue hasta 2004 que esta serie de imágenes de fútbol callejero empezó a incubarse. "Estaba sentado en el césped, frente a la tarjeta postal de la ciudad de Yazd, en el centro del Irán. Algunos niños comenzaron a jugar allí e hice la foto, que ni está bien enmarcada. De aquel momento pasé a observar más, para no perderme escenas como aquella", explica el fotógrafo. En aquel viaje, su objetivo era mostrar el lado bueno de Irán, que fue señalado por el expresidente de EE UU, George W. Bush, como parte del eje del mal.

La exposición en São Paulo, que reúne una colección de fotos de niños y niñas jugando en diversas localidades de Brasil, puede ser vista en la web del libro y están divididas por regiones. Para él, el momento en que los hombres se reúnen para patear un balón es el principal del día. "Es cuando el hombre se revela. Él es la estrella. Y si estoy sacando fotos suyas, es ahí cuando se muestra, se exhibe. Al día siguiente de la foto él sabe que el balón va a ser el mismo balón marchito de siempre y el tenis, el mismo sucio y viejo de tantos años", reflexiona.

El autor también creó la página Fútbol sin Fronteras en Facebook, donde comparte fotos con sus seguidores y utiliza el canal para comunicarse con los personajes que fotografió. Los registros, más allá de las imágenes, son de las historias que vivió. "En la Isla de Marajó, dos hermanos me siguieron hasta el hotel donde estaba. Tras uno empujar el otro para ver quien hablaría primero, el más pequeño dijo: - Tío, ¿nos compras un balón? Me prestaron una bicicleta y fuimos juntos hasta la tienda. La felicidad de los niños al recibir la pelota de cuero, bien simple, fue única", recuerda Vilela.

El fotógrafo ya había pasado por situaciones como esta antes de publicar el primer libro sobre el asunto, Fútbol sin fronteras, con imágenes de 55 países, hace dos años. Repitió el gesto en una situación extrema en Kilimanjaro, en Tanzania. "En el patio de un colegio, los niños estaban jugando con un balón hecho de basura, de residuos", explica. La fotografía monotemática, cuando realizada de forma exhaustiva, conecta puntos del mundo de forma involuntaria. Es posible mirar una imagen de un país en el interior de la África y confundirlo con cualquier pueblo del seco nordeste brasileño. "Y cuanto más pobre el lugar, más niños en la calle y más fútbol. Es más difícil ver partidos en zonas urbanizadas", explica el fotógrafo.

Para descubrir los locales donde se encuentran los atletas de fin de semana, tanto en Brasil como en el exterior, Vilela pregunta a los taxistas. "Los más articulados, que entienden mi propuesta, me llevan para ver los sitios alrededor de las 17.00. Yo escojo el lugar que puede dar buenas fotos y pido permiso al portero o a cualquier jugador antes de fotografiar".

Pese ser hincha del Corinthians en una familia de fans del equipo São Paulo, su pasión es ver el fútbol fuera de los estadios, donde se juega sin zapatos y sin camisa. "La única vez que fotografié un juego oficial fue en la Ciudad de México, entre el Santos y el Deportivo Cruz Azul", cuenta, sobre un pedido de una revista de deportes brasileña. Por esa pasión por el fútbol informal, ya le confundieron con "olheiro", un ojeador profesional que busca nuevos talentos en regiones pobres del país.

Aunque ya haya fotografiado el fútbol amateur en 60 países, aún le quedan por visitar naciones tradicionalmente conocidas por su pasión por el deporte. "Para empezar iría a México, Cuba, Italia, Croacia y China. Sumando algunos países del sur de Europa y Balcanes, alcanzaría los 100 países. ¡Saldría un gran libro!", bromea. Su ambición de capturar el fútbol en escenarios que identifiquen el país o la ciudad donde la foto se hace, es casi una filosofía de vida a la cual adecúa sus compromisos profesionales y familiares (Vilela tiene tres hijos niños entre 7 y 10 años).

En el libro Fútbol Arte del Oiapoque al Chuí, aprobado por la ley Rouanet de incentivo a la cultura y patrocinado por Nike, el fotógrafo cita a Carlos Drummond de Andrade para que el lector entienda su propuesta antes de ver las imágenes: "¿El fútbol se juega en el estadio? El fútbol se juega en la playa, el fútbol se juega en la calle, el fútbol se juega en el alma".

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