Una leyenda que palidece
Desde que la cirugía estética se ensañó brutalmente con su hermoso rostro, tengo un notable problema con Robert Redford
Desde hace bastante y lamentable tiempo, desde que la cirugía estética se ensañó hasta extremos brutales con su hermoso rostro y con su expresividad, tengo un notable problema con el actor Robert Redford. Y es que sufro cuando le veo actuar en la pantalla, tengo la sensación de que estoy ante una máscara hierática intentando en vano reflejar sentimientos. Y fue durante muchas décadas un tipo al que daba gusto mirarle y escucharle, una estrella que justificaba el precio de la entrada, pero el comprensible pavor a la decrepitud por parte de este magnífico actor y duradero sex-symbol y los medios que ha empleado para disfrazar el envejecimiento no le han hecho ningún bien a su legendaria figura. Ignoro si hombres tan espectaculares como Cary Grant, Paul Newman, William Holden o Sean Connery recurrieron en su crepúsculo físico al rejuvenecimiento facial, pero si así fue no se notaba, les operaron muy bien.
Redford, que produce y dirige Pacto de silencio, se ha empeñado también en protagonizarla. Imagino que convencido de que su presencia sigue manteniendo el antiguo e irresistible gancho comercial. Y ocurren cosas extrañas con su personaje. Tiene una hija de 11 años, hace footing, salta vallas, su vestuario abusa de vaqueros, sudaderas, zapatillas y gorras de béisbol. Todo muy natural, pero a mí me resulta forzado. Nunca logro olvidarme de que este señor tiene 77 años, una edad adecuada para ser el abuelo de la niña y no su padre. El simplista esquema de creértelo o no creértelo, para mí sí es el principio fundamental en esa ficción llamada cine. Da igual que lo que me cuenten sea ensoñación o realismo, mentira o verdad.
PACTO DE SILENCIO
Dirección: Robert Redford.
Intérpretes: Robert Redford, Susan Sarandon, Shia LaBeouf, Julie Christie, Sam Elliot, Chris Cooper, Anna Kendrick, Brendan Gleeson.
Género: thriller político. EE UU, 2012.
Duración: 121 minutos.
Sin embargo, el director Redford, que sabe tanto del arte de interpretar, tiene un gusto exquisito al elegir a los mejores actores y actrices para que acompañen en papeles de reparto al actor Redford. Ver juntos a veteranos tan gloriosos como Susan Sarandon, Julie Christie, Nick Nolte, Richard Jenkins, Brendan Gleeson, Stanley Tucci, Sam Elliot y Chris Cooper supone algo más que un acierto de casting: es un lujo impagable.
Aclarada esta virtud, no encuentro muchas más en esta película discursiva y plana, carente de fuerza y de complejidad aunque el argumento diera para mucho. Lo protagoniza gente que militó en la izquierda, el pacifismo, los movimientos radicales, o la subversión armada durante la década de los setenta y su situación en la actualidad. El FBI y la policía creen haber reconocido la nueva identidad de las personas que en aquella época asaltaron un banco, mataron a un guardia de seguridad y demolieron con bombas un edificio gubernamental. La vieja persecución vuelve a comenzar contra los presuntos culpables, gente que se ha integrado en el sistema que antes combatieron, o que sobreviven como pueden en él. Y piensas lo que podría haber logrado con esta temática un director como Sydney Pollack. Pero, como es habitual en el cine que dirige Redford, el planteamiento es muy superior a su desarrollo.