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Años decisivos de una mirada universal

Tras ocuparse de Lorca y Dalí, Ian Gibson publica el primer volumen de su biografía de Buñuel El historiador relata los primeros 38 años del total de 83 que llegó a vivir el cineasta y de las circunstancias en las que surgieron 3 de sus 32 películas

De izquierda a derecha y de arriba abajo, Rafael Alberti, Luis Buñuel, Federico García Lorca, Eduardo Ugarte, el dirigente comunista José Díaz, María Teresa León y el periodista Miguel González, director de 'Mundo Obrero', en febrero de 1936.
De izquierda a derecha y de arriba abajo, Rafael Alberti, Luis Buñuel, Federico García Lorca, Eduardo Ugarte, el dirigente comunista José Díaz, María Teresa León y el periodista Miguel González, director de 'Mundo Obrero', en febrero de 1936.

Este libro de Ian Gibson -Luis Buñuel. La forja de un cineasta universal. 1900-1938- era esperable en quien ha dedicado tanto tiempo y esfuerzo a perfilar de modo ejemplar la biografía de Lorca, tarea proseguida con otra dedicada a Dalí. La presente de Luis Buñuel da cuenta de los primeros 38 años del total de 83 que llegó a vivir el cineasta y de las circunstancias en las que surgieron 3 de las 32 películas por él suscritas. Son las más decisivas, las que le marcarán de por vida: los antecedentes familiares, infancia y adolescencia aragonesas; la etapa madrileña que gravita en torno a la Residencia de Estudiantes; la parisina, traducida en Un perro andaluz, el ingreso en el grupo de Breton y La edad de oro; la primera estancia en Hollywood en 1930; sus derivas ideológicas a partir de los cismas surrealistas, la militancia comunista y los dilemas entre el cine político de Las Hurdes, el comercial de Filmófono y el apoyo a la República durante la guerra civil; hasta dejar al protagonista en su puesto de la embajada española en París, desde donde se dispone a viajar a EEUU.

Una distribución en hitos bien marcados, con una reconstrucción minuciosa de ese itinerario, que quizá no depare grandes novedades al lector familiarizado con lo esencial de la bibliografía buñuelesca, pero resultará muy útil a públicos más amplios a los que el libro aspira a llegar. Ahí es donde puede rendir un considerable servicio, en la ordenación de lo hasta ahora averiguado, con sus fuentes escrupulosamente referidas en un formidable aparato crítico que supera con creces a cualquiera establecido para esta etapa. Sólo cabe reprocharle que en las notas no siempre se jerarquicen los trabajos de forma adecuada. Como, por ejemplo, hizo Fernando Gabriel Martín en El ermitaño errante. Buñuel en los Estados Unidos, la monografía mejor documentada sobre el realizador aragonés.

Es muy de agradecer que Gibson no rehúya las contradicciones del personaje biografiado, las luces y sombras, como el comportamiento con su novia y luego esposa, Jeanne Rucar. Y se muestra perspicaz en sus análisis de Un perro andaluz, La edad de oro o Las Hurdes, por más que en algunos momentos comprometan la fluidez narrativa. Porque las tres películas, bien conocidas y accesibles, son toros muy toreados.

Es de agradecer que Gibson no rehúya las contradicciones del personaje, las luces y sombras, como el comportamiento con su novia y luego esposa, Jeanne Rucar

El aligeramiento de esas partes interpretativas permitiría ahondar en episodios biográficos que habrían agradecido una mano experta como la suya, que no se arredra ante las cuestiones más espinosas.

Por ejemplo, ya que estamos hablando de la forja de un cineasta, habría merecido la pena abordar con mayor minucia la relación profesional del aragonés con Jean y Marie Epstein, cuyos archivos se conservan en un centenar de cajas depositadas en la Biblioteca del Film de la Cinemateca Francesa. Buñuel no fue un autodidacta, se formó en la Académie du Cinéma que los Epstein habían abierto en París. Luego fue asistente de Jean y le tomó prestado al operador Albert Duverger en Un perro andaluz y La edad de oro, cuyo desglose de planos y montaje le ayudó a establecer Marie.

También habría sido deseable que el biógrafo aplicara su conocimiento de la época a la reconstrucción más pormenorizada de otra de las etapas oscuras de Buñuel: su citada estancia en la embajada española en París durante la guerra civil, en tareas de propaganda y espionaje. En especial tras el desbroce en una obra tan bien hilada como Los años rojos de Buñuel de Román Gubern y Paul Hammond.

Finalmente, y de cara a la segunda edición, un libro de esta envergadura debería depurar los errores que atañen a nombres, fechas y datos. Potenciaría sus méritos, que tampoco son escasos.

Luis Buñuel. La forja de un cineasta universal. 1900-1938. Ian Gibson. Aguilar. Madrid, 2013. 939 páginas. 22 euros (electrónico: 9,99).

 

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