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Cultivar el ojo, no la técnica

La Casa Encendida dedica una exposición al artista y documentalista escocés Luke Fowler

Iker Seisdedos
El cineasta escocés Luke Fowler.
El cineasta escocés Luke Fowler. Alan Dimmick

El camino de exigencia cinematográfica que se ha impuesto el joven artista y documentalista escocés Luke Fowler (Glasgow, 1978) pasa por evitar “la música emotiva” y el “uso torticero del montaje que logra un efecto sobre el corazón del espectador y no sobre su intelecto”. También, por “prescindir de las entrevistas en cámara” y emplear “los testimonios solo como fuente de documentación”. Este credo, expresado recientemente durante una entrevista en un aula de La Casa Encendida de Madrid, centro que dedica una exposición a sus tres películas hasta la fecha, no solo guía su producción, a medio camino entre el cine de no ficción y la militancia política, sino que es, a grandes rasgos, la distancia ética y estética que separa su primera película Pilgrimage From Scattered Points, sobre la figura del iconoclasta compositor Cornelius Cardew, de la más reciente: The Poor Stockinger, the Luddite Cropper and the Deluded Followers of Joanna Southcott, basada en el historiador comunista inglés E. P. Thompson.

Ambos documentales (“collages cinéticos”, los han definido) parten de una destacada aunque poco conocida figura de la contracultura británica. Lo mismo cabe decir de All Divided Selves, centrado en el psiquiatra R. D. Laing, también incluido en la muestra y seleccionado para la última edición del premio Turner. “Tampoco son muy célebres en Reino Unido que se diga”, admite el artista. “Básicamente, porque las ideas son sospechosas. Estos personajes no casan bien con la instrumentalización educativa de las sociedades avanzadas. Ahora mismo todos los chicos son educados con un único objetivo: tener un trabajo. No vas al colegio para convertirte en un revolucionario, que es lo que Thompson pretendía. Sus ideas fueron despreciadas por una sociedad enamorada del progreso”.

En su trabajo, emplea imágenes de archivo, grabaciones radiofónicas, retales de conferencias y otros esfuerzos docentes. Todo ese material, rescatado de un pasado perdido, lo mezcla Fowler con tomas de paisajes e interiores rematadamente británicos realizados con una vieja cámara de 16 milímetros. “No he mejorado mi equipo desde hace años, lo que la técnica te permite hacer no me interesa”, aclara. “De lo contrario, me tiraría el día leyendo un manual de instrucciones: intentando comprender la novedad y no dedicándolo a cultivar el ojo”.

La obra del cineasta fue seleccionada hace un año para el Turner de arte

No extrañará que Fowler se sume al coro de los que reclaman que el celuloide sea considerado algo más que un soporte que el progreso dejó de lado. “Es lamentable que ya no sea posible imprimir película en Inglaterra”. Como consuelo, quizá le quede el empeño del comisario Andy Davies, que propone tres pequeñas salas con el aire nostálgico del cine en las que es posible adentrarse en el trabajo de un artista cuya carrera recibió el año pasado un empujón inesperado al ser seleccionado como finalista del Turner, tal vez el premio más prestigioso del arte contemporáneo. “Aquello me provocó sentimientos encontrados. Siempre es un honor ser reconocido. Por otro lado, no me interesa ver el arte como una competición en la que unos ganan y otros pierden. Es cierto que ese galardón logró que el hombre de a pie se interesase por el arte contemporáneo, y eso está bien. Solo espero que no me vieran como parte de una carrera de caballos”.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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