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“El Rey caza con ‘fair play”

El cónsul de España en Puerto Rico participa en el Festival de la Palabra de la isla como dramaturgo

Jacinto Antón
Eduardo Garrigues, en San Juan, Puerto Rico.
Eduardo Garrigues, en San Juan, Puerto Rico.DANIEL MORDZINSKI

Pregunta.¿Deberíamos ser todos más diplomáticos?

Respuesta. Empecemos por aclarar qué es la diplomacia. Mucha gente la identifica aún anacrónicamente con la delicadeza, las buenas maneras y las largas veladas sociales surtidas de bebidas exquisitas y damas bien vestidas. En realidad, el trato hoy en la profesión es mucho más directo y con muchísimos menos circunloquios.

P. El Firmin de Lowry, el Fortnum de Graham Greene... ¿Por qué resulta tan literario el cargo de cónsul?

Perfil

Actual cónsul de España en Puerto Rico, Eduardo Garrigues (Madrid, 1944), autor de novelas como La dama de Duwisib, ha participado en el Festival de la Palabra de la isla. Le digo que en la recepción en su residencia en San Juan eché en falta el Ferrero Rocher... "¡Ah, ahí se ve el estereotipo! Parece que el no va más de algo que se tiene por refinado y exquisito es que te lo ofrezcan en una velada diplomática".

R. Es una persona que está en un país defendiendo los intereses de otro y su función y estatus lo capacitan para moverse en los niveles sociales altos. Eso le otorga una aureola de frivolidad y aventura, una mezcla irresistible si se junta con la idea de que es alguien que posee secretos. Mucho son estereotipos, claro.

P. También tiene un aura erótica.

R. Eso está en relación con que se considera que los diplomáticos nos entregamos con exceso a la vida social. Es cierto que un forastero puede resultar atractivo. Y ha habido embajadores a los que se tuvo que retirar del puesto por tener una incómoda relación amorosa, con algún miembro de una familia real, por ejemplo.

P. No me dirá nombres, claro, es usted un diplomático.

R. Un caso es el de Miguel Primo de Rivera, que, siendo embajador en Londres, tuvo un affaire muy sonado con una mujer de alto rango de la corte inglesa. Le conocí, un gran cazador. Decía muy gráficamente que su hígado le sentaba mal al whisky.

P. Ya que hablamos de cazadores. Usted ha ido en el pasado de safari con el Rey. ¿Qué le parece la que se ha montado ahora?

R. En aquella época había un especial cuidado en llevar con discreción y cautela en un tema que, sin ser nada malo, podía herir sensibilidades. Ha sido desafortunado que ahora, en circunstancias diferentes, una actividad privada tenga que influir de manera tan desagradable en la opinión pública.

P. Eso sí es diplomacia.

R. La diplomacia no está reñida con la verdad.

P. ¿Qué tal es como cazador el Rey?

R. Respetuoso con las reglas. Con fair play. Hubo la posibilidad de tirarle a un animal peligroso, un búfalo, desde el coche y no lo hizo. Fue pie a tierra, buscando el tú a tú.

P. Más se perdió en Cuba. ¿Se perdió menos en Puerto Rico?

R. Cuba era más provechosa. Puerto Rico era un bastión defensivo. Hoy es un firme baluarte de la lengua española y un buen puente hacia EE UU. España debería cuidarlo más.

P. ¿Fue intenso conocer a Idi Amin Dada?

R. Le visité varias veces. Tenía peligro. Era de una simpatía arrolladora pero no dejabas de sospechar que si abrías la nevera te encontrarías con la cabeza de alguno de sus enemigos. En una ocasión se me ocurrió hablarle de Doñana y se empeñó en que le enviáramos flamencos. Uganda no tenía esas aves y envidiaba las de Kenia.

P. ¿Negro de Banyoles o diputado Power? Usted fue el encargado en 2000 de devolver los restos del guerrero disecado y también, este pasado abril, los del representante de Puerto Rico en las Cortes de Cádiz. ¡Vaya aventuras!

R. Me decanto por Power. Aunque soy africanista de corazón su peripecia vitalme puede.

P. En aquella ocasión del retorno de Power ganó usted la guerra de los uniformes por goleada. ¡Levita y sombrero emplumado!

R. Me pareció que el acto justificaba el uso del uniforme de gala. Lo he usado solo cuatro veces. Hube de ponerme a dieta para conseguir meterme dentro. Las medallas no se aguantaban bien porque el paño es muy grueso y a pleno sol el calor resultaba espantoso. Al final del día yo era como Cenicienta: todo se me desmontaba, el espadín, las condecoraciones. Pero impresioné mucho. El comandante del Juan Sebastián de Elcano, en el que viajaron los restos, me susurró: "Solo te hacen fotos a ti!”. Y el gobernador de Puerto Rico le reprochó simpáticamente al Secretario de Estado: “Te han robado los dulces”.

P. ¿Cómo vivió lo del Negro de Banyoles? ¡Vaya marrón!

R. Siempre está uno al borde de la aventura. Presentarte en Botsuana como responsable, injustamente, de una atrocidad histórica era peligroso. Las masas no son controlables. En varios momentos percibí que aquello se podía desbordar y que alguien gritaría “¡Muerte al embajador de España!”, con el problema consiguiente.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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