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“Me levanto todos los días y me voy a trabajar. Como mis personajes”

Tom Hanks vuelve a acercarse a los Oscar con su interpretación en 'Capitán Phillips' del marino estadounidense que fue secuestrado por piratas somalíes

Tom Hanks, en mitad del secuestro de 'Capitán Phillips'.
Tom Hanks, en mitad del secuestro de 'Capitán Phillips'.

En un Hollywood lleno de superhéroes, Tom Hanks (Concord, California, 1956) ha sido capaz de labrarse una carrera de estrella interpretando al más común de los mortales. El abogado con sida de Filadelfia y el inocentón de Forrest Gump le dieron dos oscars. Otros, como el niño que quiso ser mayor en Big, el capitán que fue a Salvar al soldado Ryan o el que se quedó Náufrago, le acercaron a la gloria. Y todos ellos y alguno más le dieron la carrera más lucrativa de Hollywood, con una filmografía capaz de recaudar casi 6.300 millones de euros por todo el mundo. Y eso antes de su nuevo trabajo en Capitán Phillips,la historia del capitán de la marina mercante —o “caminante de los mares” como al actor le gusta describirlo— que captó la atención internacional durante su secuestro en abril de 2009 a manos de unos piratas somalíes. “Mi secreto para seguir en esto… ¿que me gusta? No hay secretos. Me encanta mi trabajo y eso puntúa para algo, digo yo”, contesta Hanks. Campechano y más delgado —ahora que le han diagnosticado diabetes—, Hanks se explaya mientras se zampa un sándwich integral de pollo acompañado de fruta. “Hay muchas cosas que se pueden inmiscuir en este trabajo. El dinero. La fama. El poder. La obsesión de ser como eras a los 25 años cuando tienes 57. Eso quema mucha energía”, dice sin dar nombres. “Yo interpreté a gente de 25 cuando tenía 25, de 36 cuando tenía 36 y ahora que tengo 57, eso es lo que toca. Interpreto personajes que puedes reconocer en mí. A ellos me siento atraído como espectador y eso me atrapa como actor. Porque yo me levanto todos los días y voy a trabajar. Y eso es lo mismo que hacen los personajes que interpreto. Se levantan y van a trabajar”.

Un trabajo que a Hanks le ha valido una carrera sin escándalos y sin altibajos. “Nadie me descubrió de la noche a la mañana. He dado muchos tumbos”, añade con una punzada gélida de crítica. Debajo del bonachón de Hanks hay algo más calculado y sus compañeros de reparto en Capitán Philips pudieron comprobarlo. A esos captores les dio vida un grupo de somalíes criados en Estados Unidos sin experiencia alguna en la interpretación, y a los que Paul Greengrass, en aras del realismo, mantuvo separados de Hanks hasta rodar la primera secuencia. “Prefiero llamarles secuestradores porque pirata es Johnny Depp”, bromea Hanks.

Contar una historia me sale de natural como actor. Como director, tengo que aprender"

Además de interpretar papeles de su edad, el actor que este año fue candidato al Tony por Lucky guy escoge sus trabajos en función de la temática. “Tampoco es que sea un hacha con todo lo que escojo... Ahí tienes Larry Crowne”, se ríe de sus propios fracasos. El realismo y proximidad de Capitán Phillips le interesó desde que leyó el guion. No fue la popularidad de un incidente internacional del que es fácil saber el final si se siguen las noticias (“También sabemos cómo acaba Rigoletto y eso no nos detiene cuando vamos a la ópera”, aclara el actor). O el heroísmo de su personaje porque “uno nunca sabe de qué pasta está hecho hasta que se presenta esa situación”. Fue el tema que subyace en la historia de estos dos capitanes —uno titulado, el otro pirata—, peones de la globalización económica que vivimos, el que le atrajo. “Y afortunadamente tanto Paul como yo compartimos la misma visión porque en muchas ocasiones hay que llegar a un entente amargo que no beneficia a nadie”.

Hanks puede aprovechar el momento. La gloria revolotea una vez más su nombre especialmente por la secuencia final que la crítica describe como una interpretación “sin precedentes”. Mientras, el actor espera el estreno este mes en el festival de Londres de su próximo filme, Saving Mr. Banks, donde interpreta a ese extraordinario hombre corriente que fue Walt Disney. Y tiene intenciones de seguir probando suerte como director: “Contar una historia me sale de natural como actor. Como director, tengo que aprender”, admite con franqueza. La misma sinceridad con la que describe el momento que más disfruta en su día a día: “No hay nada como meterme en la cama con mi esposa a las diez menos diez, colocar la almohada entre las piernas, hablar de nuestro día, de lo que haremos mañana, hacer mi crucigrama, ponerme el protector bucal, apagar la luz y a las diez y veinte, el nirvana. No hay nada mejor en el mundo”.

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