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Los derechos humanos triunfan como inspiración en el FiSahara

Cineastas, actores, voluntarios y periodistas conviven con los habitantes del campamento de refugiados que alberga el festival

Los cineastas Nadir Bouchmouch –con sombrero de paja- y Guy Davidi.
Los cineastas Nadir Bouchmouch –con sombrero de paja- y Guy Davidi.

La fisionomía del campamento de refugiados de Dajla ha vuelto a cambiar de aspecto. Ha llegado la gente del cine, con toda la parafernalia con la que lo hace una vez al año desde 2003, que empezó a celebrarse el Festival Internacional de Cine del Sáhara (FiSahara). Camiones, coches, cables, proyectores, pantalla…y toda la tropa humana que viene detrás llegada desde Madrid. Cineastas, productores, actores y actrices, voluntarios, activistas y un buen número de medios de comunicación, también con sus cámaras de vídeo y fotos, sus ordenadores y todo el jaleo de voces queriendo organizar todo en poco tiempo. Es un campamento de refugiados, nada que ver con cualquier otro lugar del mundo. Cuesta poner orden entre la expedición que va a alterar la rutina de su vida cotidiana, tan parecida y angustiosa en 37 años de exilio.

A pesar de que todo parece igual de caótico al principio que en las nueve anteriores, la edición de este año tiene algo de especial. Es la décima (en el 2004 no hubo), número redondo, y esta vez la organización le ha querido dar un contenido diferente. No se trata solo de llevar cultura, entretenimiento y solidaridad a un pueblo que vive en la injusticia desde 1975, que ya es bastante, sino de dotarle de un punto referencial entre este tipo de festivales que no tienen que ver con la comercialidad y el cine como negocio.

Las revueltas árabes, el papel de la mujer en ese mundo y, sobre todo, los derechos humanos en todo el mundo es el enfoque de partida de este FiSahara aniversario.

Aunque la expedición llegó en la noche del martes, no fue hasta la del miércoles su apertura oficial, precedida con una gala en la que la Ministra de Cultura Saharaui, Jadiya Hamdi, destacó esos tres aspectos. Sin embargo, ya hubo actividades esa misma mañana que incidían en ese nuevo carácter del festival.

Nadir Bouchmouch es un cineasta marroquí, pertenece al movimiento 20 de Febrero y viene con Mi Makhzen y yo, una de las películas de la gala inaugural. En ella intenta denunciar las acciones que la policía marroquí llevó a cabo para infiltrarse en las manifestaciones -y reventarlas- ocurridas en Rabat en febrero de 2011, el conato marroquí de primavera árabe. Bouchmouch vive en peligro desde entonces, vigilado por la policía de su propio país, y sabe que a partir de ahora, lo va a ser aún más. Acudiendo al FiSahara ha tomado partido por la causa saharaui, lo que le va a granjear más antipatías en Marruecos. “Sé a lo que me arriesgo viniendo aquí”, confesaba el miércoles por la mañana, “pero si he querido enseñar en mi país cómo actúa nuestras fuerzas de seguridad, y cómo actúan con los movimientos de oposición, creo que también debo hacer algo para que vean de otra forma el conflicto que tenemos con el Sáhara. Hay que luchar contra tanto prejuicio”

A su lado estaba Guy Davidi, un cineasta israelí del que se proyectó en la inauguración su película Cinco cámaras rotas, seleccionada para los Emmy de 2012 y el Óscar de 2013, realizada junto al periodista palestino Edmad Burnat, que se quedó en Cisjordania curándose de las heridas que narra en la propia cinta, un documental también que recoge la represión de la fuerzas de ocupación israelíes en Cisjordania. El valor simbólico de que la hayan hecho dos cineastas de bandos contrarios aparece muy potente en esta edición de FiSahara y resulta esperanzador para los propios saharauis. Quieren ven en el cineasta marroquí Nadir Bouhmouch el equivalente al israelí Guay Davidi. Y el propio Davidi lo dijo: “Mi película quiere dar testimonio desde la parte israelí igual que Nadir lo hace desde Marruecos con el Sáhara”. Ninguno de los dos está por la resolución violenta.

Y, entre el cineasta marroquí y el israelí estaba el holandés Wim Brower, representante de Amnistía Internacional y de Movies That Matter (Películas que Importan), una de las organizaciones internacionales que colaboran este año con el FiSahara. “Es necesario recalcar la importancia de este tipo de películas”, reconoció. “Crean caminos nuevos, y que se proyecten en un festival así debe animar más a que los saharauis sigan haciendo su películas”.

Efectivamente ese camino ya lo han iniciado los saharauis desde que en 2010 se inauguró una escuela de cine en los campamentos de refugiados, única en el mundo, fruto del propio FiSahara, que lo fijó como uno de los objetivos allá por 2003. Ya ha salido la primera promoción de alumnos y ya han realizado su primer largometraje, tras varios cortos experimentales.

En la jornada de inauguración también se proyectó La vida de Pi -sigue sigue entrando también el cine comercial y de entretenimiento-, y The runner, una película francesa que cuenta la historia de Salah Ameidan, un atleta que vive en el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos que en unos campeonatos internacionales alcanzó un primer puesto. Cuando fueron a ponerle la medalla, en lugar de enarbolar la bandera marroquí, bajo la que competía oficialmente, se enrolló en una saharaui. Un acto de valentía que también ha cambiado su vida. Estos días es también, uno de los protagonistas del FiSahara, y los chiquillos le rodean y quieren hacerse fotos con él.

FiSahara concluye el sábado con la actuación de Tonino Carotone, y hasta ese día se proyectarán películas como Lo imposible, Astérix y Obélix, Oz el poderoso, Girl rising… además de numerosos documentales de temática árabe y derechos humanos.

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