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BICENTENARIO DE VERDI / La escena

Puro movimiento dramático

El universo de Verdi es inabarcable: un director de escena solo puede iluminar algunos senderos La música del italiano crea acción y de lo que se trata es de escuchar bien lo que él imagina

Ensayo de la ópera 'Un ballo in maschera', con dirección de escena de Calixto Bieito.
Ensayo de la ópera 'Un ballo in maschera', con dirección de escena de Calixto Bieito.Susanna Sáez

Cuando pienso sobre Verdi me siento apabullado por las varias vidas que me harían falta para navegar y alcanzar su vasto universo artístico. Algunos artistas construyen su vida con una voracidad creativa de dimensiones heroicas. Pienso también en la ingente bibliografía existente sobre el compositor italiano, inabarcable. Y si añadimos a esto la mirada de un director de escena, siempre limitada por la toma de decisiones, determinadas por el tiempo en que vive, por su contexto, por su personalidad. Llegaremos a una sencilla conclusión: solo podemos iluminar algunos senderos del bosque aunque lo que desearíamos es descubrir “los senderos que la maleza oculta” (cita de Knut Hamsun).

Creo que uno conoce a Verdi desde que nace. Sus melodías son conocidas por nuestros sentidos desde los primeros instantes de vida. Quizás sea cierto que los vientres de nuestras madres dejan pasar las notas musicales y los embriones se mueven al compás de La traviata. No recuerdo la primera vez que oí su música. Siempre ha estado presente. Ha sido como un miembro más de la familia.

Puse en escena mi primera ópera, Il mondo della luna, de Haydn, en una ciudad holandesa: Maastricht. Digo esto porque durante aquellos días compré en una librería de Amberes la biografía de Verdi de Mary Jane Phillips-Matz. Ya había leído varios textos sobre el compositor italiano e incluso durante un tiempo con mis prácticas de italiano me imbuí en “il risorgimento”. Pero nunca había accedido a un trabajo tan vasto y exhaustivo como aquel. La leí con nocturnidad y sin alevosía en un par de semanas. Estaba preparando el que fue mi primer Verdi: Un ballo in maschera para el Gran Teatre Liceu de Barcelona, Royal Opera de Copenhague y ENO en Londres. Me repetía continuamente: “Comprender el pasado para entender el presente”. Aún faltaban dos años para el estreno, pero la pasión creativa, la ansiedad artística y la fascinación por aquella música me poseían. Los apuntes de los renovadores Max Reinhardt y Wieland Wagner sobre el mundo de la ópera fueron en aquel momento y siguen siendo ahora referentes importantes en mi trabajo. Asimismo me ayudó y mucho, la experiencia de haber puesto en escena a Shakespeare (no voy a descubrir ahora la devoción de Verdi por Shakespeare). Pero al final el director de escena, como decía antes, tiene que decidir, tiene que interpretar, no hay lectura sin interpretación.

Un ballo in maschera, en la línea del Verdi más político, transcurrió en un congreso de diputados

Un ballo in maschera en la línea del Verdi más político transcurrió en un congreso de diputados, una gran sala de baile, durante la transición española. Confusión, mentiras, brutalidad, agitación y máscaras, muchas máscaras para esta gran ópera política.

Después han venido otros Verdi muy importantes para mí aunque con mayor o menor fortuna obviamente. Il trovatore en la Staatsoper Hannover. Este título lo había rechazado varias veces (quizás todavía con la risa en los labios por culpa de los hermanos Marx) hasta que descubrí que se trataba de un gran miserere de dolor y desesperación por la muerte de un ser querido. Muy Lejos de la idea folclórica de los gitanos alrededor del fuego de tantas y tantas producciones.

La traviata es una de las óperas más representadas de todos los tiempos, lo que la convierte en una especie de trampa abarrotada de clichés de la que es difícil de escapar. Aunque el contexto de su creación no tuviera nada que ver con ningún tópico. Verdi está hablando de algo muy personal. La mejor traviata que he visto estaba puesta en escena con una silla solamente, un drama seco y duro sobre las relaciones de pareja.

Dirigí Macbeth para la Ópera de Fráncfort. En esta ópera, libreto y partitura forman un todo compacto. Sabemos que Verdi valoraba de forma muy especial los buenos libretistas: “Un compositor en busca de una buena historia”. Aunque pueda parecer una contradicción por la dificultad musical de muchas de sus óperas, sobre todo las más tardías, Verdi de un modo similar a Shakespeare ayuda al director de escena porque él mismo imagina lo que sucede en el escenario. Su música crea acción, es puro movimiento dramático. Se trata de escuchar bien.

Don Carlos, en Basilea en 2006, fue un trabajo especial. La dramaturgia inicial marcó muchas de las decisiones estéticas posteriores. Había que escoger entre las múltiples versiones que Verdi había dejado, como sucede en muchas de sus óperas. Finalmente la versión de cinco actos en francés me pareció la mejor en aquel momento. El compositor italiano, componiendo en francés y una puesta en escena en forma de oratorio por la vieja Europa: un canto contra la intolerancia.

Aída ha sido mi última ópera de Verdi. Y sobre todo conservo el recuerdo del último dueto del acto IV. Puede sonar extraño, pero ahí Verdi es extremadamente sintético, simple, mínimo. Abre puertas hacia otros territorios.

Voy a continuar con Verdi por el mundo los próximos años, Otello, La forza del destino, Réquiem, Rigoletto. Voy a compartir muchas noches de insomnio con él. Cuando crece la desesperanza, la música tiene algo hermoso que nos ayuda a ser mejores y a soñar despiertos. Gracias, Giuseppe.

Calixto Bieito es director de escena.

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