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OBITUARIO

Josep Fortuny, batería de la Companyia Elèctrica Dharma

El grupo catalán nacido en los años setenta con un espíritu comunal y contestario fue un revulsivo frente a la grisura tardofranquista

Josep Fortuny, a la batería, en 2003.
Josep Fortuny, a la batería, en 2003.CARLES RIBAS

La muerte, ese mismo personaje que tiñó de fatalidad la historia de la Companyia Elèctrica Dharma al llevarse a Esteve Fortuny en 1982, ha vuelto a hacer acto de presencia, puntual como el aplauso tras un gran concierto. Esta vez se ha llevado contra todo pronóstico a Josep Fortuny a sus 61 años, mientras dormía quién sabe si soñando con la gira de reaparición del 40º aniversario del grupo en la que estaba trabajando. Todo hace pensar en un accidente cardiovascular que acentuaría la fatalidad asociada a este grupo de hermanos músicos, ya que Esteve murió víctima de un derrame cerebral.

La Dharma, trágicamente los correctores automáticos en castellano tienden a sustituir su nombre por “drama”, fue, ha sido y será un proyecto dictado por la voluntad e ilusión, ahormado en torno a ideas que en los años setenta causaban furor. Tras experiencias en grupos orientados al folk y a la canción popular como Els Llums o La Roda, la Companyia Elèctrica Dharma (entonces articulada en torno a Pep, Joan y Esteve Fortuny) nació en los setenta poco más o menos como una comuna, fruto del espíritu contestatario y alternativo de unos jóvenes incapaces de vivir bajo la opacidad gris y provinciana del tardofranquismo.

A partir de ese punto, unas figuras filiformes rematadas por arriba por abundantes matas de pelo y por abajo por pies ocultos bajo la preceptiva campana de los pantalones de la época, la Dharma, influida por el jazz-rock entonces en boga, lanzó en el contexto de la Ona Laietana una propuesta que añadía al jazz rock sonidos populares, reconocibles por la memoria. España, un país entonces desprejuiciado, celebró el hecho acogiendo al grupo de Sants en un histórico concierto que llenó en 1977 el Pabellón de Deportes del Real Madrid. Los discos Diumenge (1975), L’oucomballa (1976) y Tramuntana (1977) formaron la trilogía de un grupo que en adelante, sin perder contacto con las raíces de la música popular, fue variando la orientación estilística a lo largo de su carrera. Tras años de menor actividad y repercusión, la celebración de su vigésimo aniversario los devolvió a las multitudes gracias al concierto del Sant Jordi en 1994, al que habría que añadir como simbólico el realizado en el Palau de la Música como homenaje a Esteve Fortuny en el 2011 y que supuso la retirada temporal del grupo.

Volvió a los escenarios excepcionalmente en la que al final ha sido su última aparición, la realizada en el Concert Per la Llibertat del Camp Nou el pasado mes de junio. Y es que además de resultar paradigma de la música alegre de calle, de las melodías que se tararean gracias al saxo de Joan Fortuny, músico e instrumento icónicos en la banda, la Dharma ha sido, y quizás sea aún, el fruto de la voluntad, un proyecto vital y comunal que solo podían alumbrar músicos que no se limitan a ver en su profesión una simple forma de ganarse el sustento. Para siempre se guardarán en el recuerdo los sombreros de Joan y aquella bombilla de linterna que hace muchos años solía decorar el ojal de su americana. La luz de una ilusión hoy velada.

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