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Hugh Jackman: mar, ‘pintxos’ y bici

El actor australiano disfrutó San Sebastián anónimamente antes de recibir el Premio Donostia

Foto: atlas | Vídeo: ATLAS
Rocío García

Hugh Jackman madrugó ayer en San Sebastián. Cogió una bici, se bañó en el mar y hasta se tomó un pincho de tortilla en un bar del barrio de El Antiguo. Acompañado de un guardaespaldas, lo hizo todo sin que nadie le conociera. Quizás ya era demasiado tarde para que los fanáticos del más deslumbrante hombre-lobo de la pantalla estuvieran despiertos. Un Lobezno que, a sus 44 años, salió a recoger de manos del actor Diego Luna el premio Donostia, con una alfombra roja nueva puesta especialmente. Un tipo que se definió a sí mismo como “aburrido y convencional”.

“Esto para mí es la vida. Puedes ir en un coche magnífico, pero marcharte de un país sin haber experimentado nada. Ya nunca me olvidaré de este lugar porque he ido en bicicleta, he pasado por la Universidad, he paseado por los montes y he nadado en el mar”. Algo sabía de esta ciudad y de buena mano el actor australiano. Fue su mujer Deborra Lee-Furness, que ganó la Concha de Plata a la mejor actriz en 1991 por Waiting, quien le habló de este premio Donostia. “Para mí es un orgullo estar en la misma categoría de tantos grandes actores”, dijo, “es peligroso mirar atrás pero siempre es bueno reinventarse uno mismo”. Y añadió: “Prometo que pondré este premio cada día en la mesa del desayuno de mis hijos para que sepan que yo merezco un respeto y que deberían de hacer los deberes cuando se lo pido”, añadió divertido y cercano.Los musculazos, que tanto ha mostrado en su personaje de Lobezno, se le adivinaban incluso a través de la americana azul marino que llevaba sobre una camiseta oscura. “Adoro hacer de Lobezno y siempre me sentiré agradecido porque ha sido el fundamento de mi carrera y ahora puedo disfrutar de una gran variedad de papeles”. Como el del atormentado Jean Valjean en Los miserables, que le valió un Globo de Oro y una nominación al Oscar, o el de Keller Dover en Prisioneros, el impactante y conmovedor thriller con el que se ha presentado en San Sebastián, y que protagoniza junto a Jake Gyllenhaal.

Prisioneros narra la tragedia que sufre una familia con la desaparición de su hija pequeña. Jackman interpreta al padre de la niña, un hombre amante de la caza, exalcohólico y profundamente religioso, que guarda en el sótano de su casa todo un arsenal de alimentos en previsión de catástrofes imprevisibles, y que ante la desaparición de su hija muestra su lado más violento. “Es un personaje en el extremo más opuesto a mí. Ni soy cazador, ni religioso, ni exalcohólico. En el guion inicial era mucho más fanático y yo le pedí al director que lo rebajara porque, en mi opinión, le restaba valor y poder a la historia. Mi trabajo consiste en entender al personaje pero no juzgarle porque si lo juzgo no lo puedo interpretar”, explicaba el actor, cuando de pronto sonó su móvil. Se disculpó. “Es mi mujer”. Lo silenció y continuó hablando.

Jackman baila, canta, presenta espectáculos, como la ceremonia de los Oscar de enero de 2009, hace teatro. “Los actores nunca deberíamos hablar de una carrera y sí de darnos cuenta de la suerte que tenemos. No hay nada en esta carrera de actor que sea un derecho. Es un privilegio. Intento no olvidar nunca eso”.

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