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El final sin final de Atom Egoyan

El director canadiense estrena en San Sebastián ‘Condenados’, una película basada en un caso real, el del asesinato de tres niños y la condena de tres inocentes en West Memphis en 1993

Gregorio Belinchón
Un fotograma de 'Condenados'.
Un fotograma de 'Condenados'.

Empieza una película de Atom Egoyan y aparece la perturbación en el espectador. Maestro en jugar con el lado oscuro del ser humano, que ha mostrado en películas como El liquidador, Exótica, El dulce provenir, El viaje de Felicia o Chloe, por solo escoger algunas. El canadiense indaga ahora en un crimen famosísimo en Estados Unidos, el de los West Memphis Three, denominado así no por los tres niños que fueron asesinados en 1993, sino por los tres chavales que fueron —injustamente— condenados por ello. El crimen sigue sin resolverse, y en Estados Unidos ha habido varios documentales, diversos álbumes de rock (los tres culpables eran amantes del trash metal y eso jugó en su contra) y hasta una canción de Pearl Jam, coescrita por uno del trío, el considerado líder de los asesinos.

A Atom Egoyan le atrajo esa combinación de “un paisaje más físico” y de unos caracteres “muy marcados”. “Y que cuanto más investigaba, no estabas más cerca de la verdad”. En esta ocasión, huye de la poética de Exótica, “aunque ambos hablan de cómo un hecho puntual cambia la vida de una comunidad”. Reese Whisterspoon encarna a una de las madres de los asesinados, una de las primeras que empieza a dudar que los chavales detenidos sean realmente los culpables de asesinar a los tres críos en un meandro de un río. “Reese es también del sur, y hablamos mucho de cómo huir del tópico del sur gótico”. Esa presión de la comunidad por encontrar rápidamente unos culpables les lleva a la caza de brujas: “Estamos en 1993, cuando la gente aún creía en que los amantes del trash metal eran adoradores de cultos satánicos. Agradezco mucho al grupo Slayer que cedieran sus canciones para la película: entendieron lo que queríamos contar; era imposible hacerlo sin sus temas. En cuanto a la reacción de la comunidad, que cuando ocurre algo salvaje contra sus niños, busca un culpable, es natural”.

A Egoyan le atrajo el caso por varias razones: “No encuentras un caso tan difícil de responder. Los nudos son intrincados. De todos los crímenes que yo he visto, este parece de los más calculados. La escena del crimen es inquietante porque, primero, no está en lo intrincado del bosque —alguien debería haberlo oído—, segundo, está absolutamente limpia de evidencias y pistas, y, tercero, todos los estadounidenses han oído hablar de ella”. Y prosigue: “No hay explicación lógica, es un crimen casi sobrenatural, mitológico. Hecho por un profesional. Enfoqué la película para gente que no la conociera, que entendiera que al inicio la comunidad señalara a esos tres adolescentes, que encima son de fuera, con lo que es fácil señalarles, y cómo al final cómo se vive sin respuesta. Es curioso: cuando escribes ficción, no puedes hacer algo así, irresoluto. El público te mataría. Hoy en la vida real no ha habido solución al caso y eso me abría un camino increíble como director”.

El canadiense señala que no añadió nada de ficción ni dramatizó nada del caso: “Solo comprimimos los tiempos, el de la conversión de la madre de acusadora a mujer llenas de dudas, y su acercamiento a Lax [el detective que también duda de todo lo que se muestra en el tribunal y que encarna Colin Firth]. El resto ocurrió así. Todo lo que se dice en el tribunal es exactamente lo que se dijo. Los interrogatorios son textualmente correctos. Cuando vemos los documentales a mí me parece que las personas reales están interpretando delante de la cámara, y ahora, al contar con actores de ficción logro, paradójicamente, más naturalidad a lo rodado”.

El cineasta ha tardado mucho en rematar el filme: “Sí, mucho más que otras películas. He montado durante un año, he rodado mientras otro fime, y he vuelto al montaje. Había mucho material filmado, algo nuevo para mí. El montaje supuso una nueva reescritura del filme”.

Egoyan explicó la curiosa paradoja que conlleva la pena de muerte: “Nunca puedes estar completamente convencido de lo ocurrido. ¿Qué ocurre cuando alguien confiesa, presionado, un crimen que no cometió y luego salen nuevas evidencias? Pero, en realidad, a mí no me motivaba tanto hablar de la pena de muerte, sino mostrar los errores del proceso judicial. Y sobre todo, cómo llevar al público a un final sin final. Me atraía ese riesgo dramático”. En la actualidad los tres adolescentes han sido liberados acogiéndose a la doctrina Alford, que les permitió afirmar su inocencia reconociendo que los acusadores tenían suficientes evidencias para condenarlos. “Pero para la vida diaria y cualquier trabajo o decisión judicial son culpables”.

Finalmente, al canadiense no le ha importado el cambio de título en España: del original Devil’s knot, el lugar donde fueron asesinados los tres niños, a Condenados. “Me encanta: todos los personajes han sido acusados de algo, se sienten condenados, y como espectadores todos nos sentimos involucrados

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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