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Beethoven, por siempre Beethoven

La música contemporánea y la memoria del compositor se citan en el festival de Bonn, cuna del genio

La orquesta de Bonn, ante el edificio del viejo ayuntamiento de la ciudad.
La orquesta de Bonn, ante el edificio del viejo ayuntamiento de la ciudad.

Los lugares de nacimiento de las grandes figuras del arte suelen generar peregrinaciones en su memoria. En música, las ciudades aludidas suelen montar un festival cada año con su compositor como excusa. Se mantiene el recuerdo, desde luego, e incluso se fomenta el turismo cultural. En Salzburgo la sombra de Mozart es alargada, como lo es la de Rossini en Pesaro, pongamos por caso. En Bonn, la antigua capital de la República Federal Alemana, nació Beethoven. Un festival con su nombre era casi obligado. También vivieron a las afueras de la ciudad varios años Clara y Robert Schumann, estando incluso sus restos en el cementerio local, pero no es lo mismo. Beethoven nació allí y eso imprime carácter. Además su casa se puede visitar, con lo que ello supone emotivamente para sus admiradores. Desde el cinco de septiembre al cinco de octubre se celebra este año el Festival Beethoven, con 67 conciertos en 29 espacios diferentes, y un nivel de programación tan coherente como imaginativo. Bonn es una ciudad universitaria poderosa y eso obliga a una política de acercamiento a los estudiantes, que disfrutan de un descuento del 50% en las entradas. El presupuesto es algo superior a los cinco millones de euros, con un 34,8% de apoyos públicos.

La interpretación de la música de Beethoven es el foco central de una manifestación que dedica asimismo una gran atención a la música contemporánea. Los grandes ciclos siempre están en primer plano —la integral de los cuartetos con el Borodin, las obras de teclado con András Schiff— pero también la ópera Fidelio que, además de las representaciones en vivo, tiene un montaje virtual permanente de carácter abstracto en alta definición para jóvenes, en los bajos de la casa natal de Beethoven. La reflexión sobre cómo se hacen las lecturas de las obras hoy alcanza de lleno a las sinfonías. La concentración del sonido, el vibrato, los tiempos, la expresividad, el estilo en suma, se discuten desde una perspectiva contemporánea. No es pues extraño que este planteamiento se complemente con una política de encargos de nuevas obras que permiten la familiaridad con los Sciarrino, Rihm, Kagel, Widmann o Sotelo. En cualquier caso, la atención educativa a jóvenes de 15 a 27 años es prioritaria. Con unas y otras cosas el índice de ocupación de las actividades se sitúa en el 85%.

Por dar una idea de la originalidad de la programación, en los tres días que he estado había un programa dedicado al Reino Unido, otro a Austria y un tercero a Francia. El primero, con el director Thomas Hengelbrock, la orquesta sinfónica NDR y la soprano Miah Persson versaba sobre los conciertos de paseo en un claro homenaje a los Proms de Londres y, en especial, a su última noche. A las inevitables, en este contexto, músicas de Haendel o Elgar, se añadían obras de carácter musical más ligero de autores como Arthur Sullivan o Simon Wills, en una velada que superó las tres horas de duración en la sala de conciertos Beethovenhalle. El programa austriaco fue una Schubertiade con cuatro cantantes —desde Marlis Petersen y Anke Vondung a Werner Gura y Konrad Jarnot— y piano, en un hotel en la cumbre de la montaña de Petersberg con vistas al Rin. El programa francés fue un homenaje a Baudelaire y Las flores del mal, alternándose una selección de melodías a cargo de soprano o barítono de compositores como Duparc, Poulenc o Debussy, inspiradas en el poeta, con textos leídos con acompañamiento de saxofón.

Se han programado 67 conciertos en una treintena de escenarios

Desde la presencia de cinco orquestas de altura al cuarteto Casals, desde el percusionista Martin Grubinger al organista Cameron Carpenter, desde el experimento a la tradición, la programación del Festival Beethoven de Bonn no tiene desperdicio. Y aún el visitante puede tener un hueco para visitar el magnífico Kunstmuseum, con una colección de pintura expresionista alemana de las que cortan la respiración, o la casa de August Macke, que vivió en Bonn los últimos años de su vida y cuyas pinturas son de alguna manera un símbolo de la ciudad.

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