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Si no está en Toronto, no existe

La cita cinematográfica canadiense, que arrancó ayer, amenaza a sus rivales Su receta de éxito conjuga la potencia del mercado con el glamour de las estrellas

Toni García
David Cronenberg, ayer en la jornada inaugural del Festival de Toronto.
David Cronenberg, ayer en la jornada inaugural del Festival de Toronto.Michael Tran (FILMMAGIC)

Muchos canadienses aún recuerdan cuando Toronto era solo un festival de ámbito local cuya vocación era seducir a sus vecinos de abajo y crear —a medio plazo— un gran evento internacional que llevara al país a lo más granado del universo cinematográfico. En 1976, el séptimo arte era un lugar distinto, menos marcado por la grandilocuencia de los grandes estudios y ajeno a los gruñidos de las redes sociales. Han pasado 37 años y para muchos Toronto es ya el primer festival del mundo. Ciertamente, la afirmación podría discutirse teniendo en cuenta el influjo de Cannes desde tiempos inmemoriales, pero pocos dudan ya de que Toronto sabe robar los grandes estrenos del año a sus rivales de Berlín, Venecia y San Sebastián y amenaza con barrer a cualquier festival que se acerque demasiado en el tiempo a él. Este año, más de 400 películas de todo tipo y pelaje acudirán al evento y se espera que más de 400.000 personas se metan en una sala de cine para ver lo último, lo más esperado o lo mejor.

El festival arrancó ayer con el estreno de El quinto poder, la historia de Julian Assange, fundador de Wikileaks. Al mando de la nave, el actor más activo del planeta, Benedict Cumberbatch, que promete un Assange poliédrico, alejado de los retratos robots elaborados a uno y otro del arco sociopolítico. La película es —por ahora— la reina de las paredes de la ciudad, con una campaña viral en la que se ve a Daniel Brühl y al mencionado Cumbertach bajo las inscripciones “¿traidor?” y “¿héroe?”. El filme se basa en el libro, repudiado por el propio Assange, de su antes amado lugarteniente Daniel Domscheit Berg, convertido en una archienemigo.

Imprescindibles

El quinto poder (Bill Condon).

Doce años de esclavitud (Steve McQueen).

Un largo viaje (Jonathan Teplitzky).

Devil's knot (Atom Egoyan).

Agosto (John Wells).

Her (Spike Jonze).

Mandela (Justin Chadwick).

Prisoners (Denis Villeneuve).

Blood ties (Guillaume Canet).

El liberador (Alberto Arvelo).

Dallas buyers club (Jean-Marc Vallée).

Green inferno (Eli Roth).

The sacrament (Ti West).

Y después de Assange y sus filtraciones, la locura: Doce años de esclavitud, Un largo viaje, Devil’s knot, Agosto, Her, Mandela, Prisoners, Blood ties, El liberador, Dallas buyers club y docenas de películas más, con preeminencia por el gran hermano estadounidense pero con mil callejones llenos de pequeñas joyas del cine independiente, restauraciones de lujo (entre ellas la obra maestra de Roberto Rossellini, Roma, ciudad abierta), documentales y un ciclo de películas no aptas para estómagos sensibles en el que destacan Green inferno (un homenaje confeso al Holocausto caníbal de Ruggero Deodato) o The sacrament.

Lógicamente, un festival de categoría A no puede prescindir de las estrellas y, desde luego, Toronto no lo hace. La lista de nombres propios es más larga que la propia sombra del evento: Nicole Kidman, Colin Firth, Scarlett Johansson, Brad Pitt, Michael Fassbender, el mencionado Benedict Cumberbatch, Ralph Fiennes, Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Matthew Weiner (creador de Mad men), Liam Neeson, Oliva Wilde, Jude Law o Keira Knightley acudirán al certamen a presentar sus últimos trabajos, peleándose con un parrilla literalmente imposible: todo se solapa de tal modo que construir una agenda razonable requeriría la ayuda de un delineante.

Kidman, Scarlett Johansson o Colin Firth pisarán la alfombra roja

Fue el turno también ayer para la presentación del espectáculo multimedia (aunque quizás la palabra “espectáculo” no encaje con el contenido) dedicado a David Cronenberg. El realizador canadiense verá sus fobias, miedos y obsesiones varias transformadas en una ambiciosa exposición llamada David Cronenberg: Evolution que combinará formatos y texturas y que en principio se verá únicamente en Canadá.

Ayer por la noche el festival se rindió a la nostalgia para celebrar los 30 años de Reencuentro, el pequeño clásico de Lawrence Kasdan con Meg Tilly, Kevin Kline, Tom Berenger o Glenn Close. Todo el reparto, acompañado de Kasdan recordó al público la resistencia del filme al paso del tiempo y para demostrarlo se proyectó una copia totalmente restaurada, más acorde a los tiempos que corren. En la ciudad cuesta encontrar (más allá del centro) recordatorios de que se celebra un evento cinematográfico.

Una exposición tratará el universo fílmico de David Cronenberg

En contraste, los hoteles donde transcurre el festival ya empiezan a padecer el reguero de acreditados que deja a más de un turista con una ceja alzada. Este es un certamen relajado en la calle, una sensación acrecentada por los grandes espacios, y apretado en las proyecciones y los encuentros con las estrellas. Algunas de las grandes agencias de relaciones públicas que trabajan tratando de compatibilizar cine y celebridades ya han empezado a sudar la gota gorda para tratar de que ningún periodista tenga que bifurcarse más de lo estrictamente necesario.

Así pues, el festival de cine más grande del mundo a este lado del Atlántico abre el telón para ofrecer 11 días de delirio cinéfilo, sea cual fuere el género, formato o religión que uno profese. Viendo la programación de este año, a Toronto se le podría aplicar aquella frase que servía años ha para definir a Nueva York: “Si no lo tenemos es que no existe”.

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