_
_
_
_
_
DON LUIS, EL FANTASMA DE GÉNOVA / 26

Mientras dure lo de Gibraltar…

Pues que sepan todos que daríamos nuestros higadillos por echar de aquella piedra hasta a los monos

José María Izquierdo
FERNANDO VICENTE

Mientras Cospedal buscaba cómo organizar lo de los sobresueldos —mi sucesora seguía en Cuidados Intensivos—, yo me dediqué a hacer más pruebas para aparecerme, que ya iba siendo hora. Me metía en algún despacho vacío y lo intentaba con los miembros superiores e inferiores, a pesar de que el abrigo —en qué hora— apenas si me dejaba moverme. Los de la fantasmagoría me habían dejado bastante solo, que también ellos se habían ido de vacaciones. Es que es agosto, me dijeron.

Menos mal que se había quedado Paquito Fernández Ochoa, que como era de nieve, se iba de vacaciones en invierno. “Perdona”, me dijo, “que no haya venido antes, pero es que he estado esquiando por ahí”. Me enseñó algún truco y pude verme los zapatos, que lo mismo le pido al limpia de Arenas que les eche un cepillado, aunque no sé yo si los fantasmas…

Hice la prueba con mi cuñado, que siempre es bueno tener a un familiar a mano. Por lo que pueda pasar. Que si un libro de registro, que si unos tíos con maletines, que si diles que no estoy…

—¿Rosalía? Soy tu hermano Antonio. Verás, te llamo porque he visto aparecer un brazo dentro de un abrigo como el que tiene tu marido, y luego me ha parecido ver su cabeza… Sí, sí, con la gomina y los rizos, claro… ¿Que estoy obsesionado y veo visiones?, ya, bueno, eso he pensado yo, pero es que el otro día vi las solapas del abrigo… Que ha sido un golpe muy fuerte, dices, sí, será eso… Lo mismo me lo estoy inventando todo… ¿Te vas ahora para Soto?…

El corpóreo seguía con el nuevo partido, pero le noté preocupado.

—Sí, verás, Luis, es que nos duele España.

—Ya.

—A todos. Nos duele a todos. Sergei está hecho polvo. Y no te digo nada de Carnicerito, que se le nota el dolor en los bíceps, que los tiene como más pachuchos…

—¿Y es mucho preguntar por qué os duele España, Luis, precisamente ahora?

—¿Y tú lo preguntas? Gibraltar, Luis, Gibraltar. Ese pedazo de España que todos llevamos en nuestro corazón grabado a fuego, como los lingotes de Fort Knox, que fíjate qué comparación más tonta me ha salido…

—Hombre, Luis, tampoco…

—… Esa brizna de España que arde en nuestro patriotismo…

—Oye, Luis…

—… Ese trozo de roca robado a nuestro sentimiento patrio…

—Me parece Luis, que estás exagerando un poco…

—… Y aquí estamos todos, en el PPAI…

—¿Pero no era PPIA?

—Sí, pero me gusta más así. Fíjate cómo suena, fíjate: PP…AY!!!

—Mucho mejor, sí…

—… Decía que aquí estamos todos en el PPAI, dispuestos a dar hasta la última gota de nuestra sangre para echar a los ingleses de esa sagrada tierra española, que nuestra vida nada significa frente a la defensa del honor, mancillado una vez más por los súbditos de la pérfida Albión. Y estamos muy preocupados, además, por el patrimonio de Arias Cañete, pobre criatura… Que Margallo siempre resucita Gibraltar en agosto (ver Leandro, el fantasma de La Moncloa, 30-8-2012) y luego nada. Aquello de Pitingo y el himno británico, por ejemplo, estaba muy bien…

—Qué facilidad de palabra, oye…

—…Si es que yo tenía que haber sido parlamentario, que ya me lo dice Carnicerito, con esa cabeza que usted tiene, qué gran senador hubiera sido. Senador no, le digo yo, que no sirven para nada, un sueldo absurdo, otra gavela más de esos políticos corruptos que habría que suprimir de inmediato, otra medida imprescindible que tampoco se atreve a llevar a cabo este pobre PP, al que una bruja y unos traidores están llevando al desastre…

—Ya, bueno, Luis, es que no sé si te acuerdas, pero nosotros fuimos senador. En dos legislaturas. De 2004 a 2010.

—No me digas, Luis. ¿Y qué hacíamos allí?

—Nada.

—Ah.

—Bueno, más de 4.000 euros al mes, durante seis años, unos 300.000 euros, que sumados a los sueldos de gerente y tesorero, más…

—Basta, Luis, basta, que estábamos en que nos duele España. Oye a mis chicos. ¿Nos duele España?

—¡¡¡¡Mucho, muchísimo, mogollón!!!, se oía al fondo.

—Lin todavía no se anima a gritar porque le sale mogolón y le da vergüenza. Así que aquí estamos, Luis, dispuestos a llegarnos hasta la verja, y una vez allí…

—Pero si estáis presos, Luis…

—Bueno, ya, sí, pero se trata de que ahí fuera entiendan que es necesaria nuestra presencia en ese haz luminoso que representa a nuestra España, todos los partidos, sin distinción de credos, convertidos en una sola alma para arrancar ese noble Peñón de las garras del imperialismo británico…

—Yo creo que no os van a dejar salir…

—Pues que sepan todos que daríamos nuestros higadillos por echar de aquella piedra hasta a los monos. Un peñasco con monos, es que hay que verlo… Ya le hemos dicho a Trillo que se vaya preparando, que él es nuestro hombre para decirle cuatro cosas bien dichas a la reina, porque cuando nos duele España…

—¡¡¡¡Mucho, muchísimo, mogollón!!!, se oía al fondo.

—… Y mientras, sabes, se olvidan otros asuntos…

(Nuevo telegrama de Trillo, hiperactivo. Corazón embajador español rebosa pecho embajador español. Stop. Perejil es el modelo. Stop. ¿Está por ahí Josemari? Stop. ¿Declaro guerra? Stop. Nuevo partido me empuja a la acción. Stop. Solo advertir que me llevaron a ver barcos británicos. Stop. Tela. Stop. Para lo que valga. Stop).

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_