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Una mirada a los demonios de España y del ser humano

Pastoral iraquí habla sobre las condiciones humanas en situaciones extremas Pastoral iraquí está narrada por un capitán que cuenta unos hechos fatales y quiere explicar y justificar lo sucedido

El director de la Fundacion Santillana Basilio Baltasar Cifre.
El director de la Fundacion Santillana Basilio Baltasar Cifre.Álvaro García

Entre los ríos Tigris y Éufrates, donde la leyenda y el mito cuentan que estuvo el Paraíso, cobran vida los demonios de España. El penúltimo en desatarlos ha sido la guerra de Irak. De eso está convencido Basilio Baltasar, cuyo origen y largas sombras refleja en Pastoral iraquí (Alfaguara), una novela que, asegura, “también es una metáfora de la terrible circunstancia que nos acosa”.

Es una maraña de emociones, sentimientos y responsabilidades vividas por un destacamento de militares españoles enviados a combatir a los insurgentes iraquíes tras los sucesos del 11 de septiembre de 2001.

Pasado y realidad, historia y presente, memoria y sueños, recogidos en un ecosistema de 187 páginas donde verdades y mentiras son espejos reflectantes. Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) crea un juego en el que es difícil saber cuál es la verdad y cuál es la mentira; y donde lo único cierto allí, en el zigzagueo entre la vida y la muerte, es el curso irrefrenable de la vida impulsada por las ambiciones y sueños nutridos de embustes, traiciones, ilusiones, cobardías, odios, secretos, venganzas, amor, delirio, ternura y otras búsquedas y necesidades afectivas.

La cronología entre la guerra y el desbaratamiento español es sorprendente. Basilio Baltasar

Pastoral iraquí trasciende un hecho y un momento concretos para hablar de las condiciones humanas en situaciones extremas. Del ser humano asomado a los abismos, más que físicos, personales. Baltasar, editor, periodista, escritor y director de la Fundación Santillana, lo resume en una especie de letanía: “La guerra de Irak como metáfora de nuestras guerras personales. La guerra de Irak como desencadenante de un conflicto latente en España. La guerra de Irak como liberadora de los demonios españoles que habíamos tenido encadenados”.

Pastoral iraquí está narrada por un capitán que cuenta unos hechos fatales

¿Y cuáles son esos demonios?

“Tendencia al fratricidio, ferocidad, afán de ver derrotado al adversario y la Insólita capacidad para el odio”.

Mentados, y anhelantemente exorcizados los demonios, Baltasar retoma el curso de lo que pretende transmitir su novela: “La guerra como una deuda que no podremos pagar y que se hace en contra de la opinión del 90% de los españoles y que se hace en nuestro nombre. La cronología entre la guerra y el desbaratamiento español es sorprendente. Pero el libro es sobre todo ese viaje hacia el corazón de las tinieblas en el desierto que es el de todos nosotros”. Recuerda, entonces, que la capacidad de destrucción de la guerra es sobre todo la capacidad para confrontar al ser humano consigo mismo, con lo que le asusta y con lo que finalmente le destruye. La obra saca a la luz ese yo agazapado cuyo rostro desconocemos y que aquí se muestra en sus diversas formas a través de personajes arquetípicos.

Están allá, en el legendario origen de Todo, entre el Tigris y el Éufrates, representados en un grupo de militares españoles que será testigo del duelo real entre la vida y la muerte con ellos como fichas de un juego macabro. Descubrirán una verdad esencial, a veces esquivada: “El miedo es nuestro demonio que despierta al menor estímulo, voraz, insaciable, capaz de engullir todo lo que el ser humano construye con delicadeza: la ficción de su personalidad. Pero solo hay un único miedo, y es el miedo a la verdad de lo que no es y de lo que a uno le pasa”.

Pastoral iraquí está narrada por un capitán que cuenta unos hechos fatales y quiere explicar y justificar lo sucedido. Juega a ser un demiurgo de la realidad, con la verdad y la mentira; con lo dicho, silenciado, omitido y tergiversado. Imita los informes que se han escrito al principio de la Historia. Baltasar aclara que “el género que sirve de modelo a esta novela es el de las crónicas de Herodoto, Tucídides o Bernal Díaz del Castillo y está por ello sometido a la misma sospecha”.

El mundo es otro. Pero no es el principio de un nuevo ciclo, aclara Baltasar, sino en una nueva Historia y, por eso, él reclama la redacción de un nuevo Génesis. No tiene duda de que la literatura es el mejor camino para dejar testimonio de lo que sucede: “La ficción cuenta lo que la realidad esconde. Cuando se agota el relato periodístico e histórico entra en juego la ficción para mostrar, desvelar o reflexionar sobre aquello que nadie ha visto”.

Realidad pasada, realidad presente por la que esta novela, afirma Baltasar, puede ser leída en clave actual ante los escándalos de corrupción y mentiras, y que él resume así: “Nosotros impotentes, ellos incompetentes”. Esta es la situación, se lamenta el escritor, para quien “la primera obligación de los españoles debería ser la de comprender el alcance de nuestra impotencia”.

Basilio Baltasar insiste en que no es el comienzo de un ciclo, sino de una nueva Historia y que la gente debe ser capaz de inventar, como se intenta en la novela, un nuevo génesis. “El fundamento de nuestra cultura tiene que ser un encuentro entre el Arte escrito con mayúscula y la religión. Ello para dar a las dimensiones del hombre una nueva consistencia. Esa es la naturaleza que debemos recuperar”.

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