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Dolores Aguirre, que estás en los cielos...

Los toros de la fallecida Dolores Aguirre ofrecieron a su ganadera el mejor homenaje posible, y entre los seis, algunos con más méritos, la elevaron a los cielos taurinos

Antonio Lorca
 Manuel Escribano en su primer toro al que corto una oreja.
Manuel Escribano en su primer toro al que corto una oreja. Luis Azanza

Los toros de la fallecida Dolores Aguirre ofrecieron a su ganadera el mejor homenaje posible, y entre los seis, algunos con más méritos, la elevaron a los cielos taurinos; y desde allá donde esté doña Dolores habrá gozado con el juego interesante y variado de una corrida que, sin dejar de ser dura, fue un referente de casta, de movilidad y de nobleza en amplios pasajes del festejo. En una palabra, Aguirre triunfó a lo grande después de muerta, lo que supone el mejor regalo posible a quien vivió la fiesta con tanta pasión.

Toros todos ellos excelentemente presentados, distraídos en el capote, y mansos en los caballos; ninguno galopó en banderillas, pero todos ofrecieron su mejor cara en la muleta; embistieron incansables, largos de recorrido, repetidores y con nobleza. Destacó, especialmente, el cuarto, que hacía el avión cuando Escribano lo citaba con la zurda. Muy buen nivel ofrecieron primero, segundo y quinto, y solo tercero y sexto presentaron una aspereza más propia de este hierro, sin desmerecer, al final, del buen tono general de la corrida.

No significa lo dicho que fuera una corrida facil, pastueña y exquisita, de esas que tanto gustan a los artistas de la modernidad. No. Los toros de Dolores Aguirre, de imponente estampa, de largos y astifinos pitones, de reacciones inciertas, respondieron a la dureza de su bien ganada fama; toros para toreros machos y heroicos, para hombres curtidos y dispuestos a jugarse de verdad la vida por la ilusión de un triunfo; para toreros, en fin, de una pieza.

Ni Escribano, ni Joselillo ni Del Álamo alcanzaron ese éxito redondo que buscaron con verdadero interés y que tanto necesitan los tres, pero a fe que lo intentaron. Quizá, esos toros exigían una madurez de la que carecen, o, sencillamente, es que, hoy por hoy, no hay toreros para esos toros. Los tres lo dieron todo. Escribano y Joselillo recibieron a sus toros de rodillas en la puerta de chiqueros; el primero, banderilleó, participó en quites, muleteó por ambos lados y dejó en el ruedo todo su currículo profesional; debutaba en Pamplona y mostró allí todas sus cartas de manera apasionada. ¿Cuál fue su problema? Quizá, que los toros tenían más calidad que su toreo. Dio muchos pases y lució muy poco; sobre todo, ante el excelente cuarto, al que toreó sin la hondura que exigía la calidad del toro.

Joselillo conoce la plaza, no en vano era esta su sexta comparecencia consecutiva, y esta ganadería, con la que ha alcanzado triunfos resonantes, pero torea muy poco, y eso el toro lo huele. No se le pueden negar su entrega, su valor, su pundonor…, pero, además, hay que torear, colocarse bien, mandar, templar… En fin…que quedó manifiesta su decisión, pero no fue cualidad suficiente para el triunfo.

A Del Álamo le tocó el lote más áspero, pero este torero parece llamado a metas importantes. Plantó cara a las dificultades con enorme gallardía, superó los defectos de sus toros con extraordinaria disposición, y, aunque no le hicieron mucho caso, aprobó con nota el difícil examen; sobre todo, ante el sexto, al que mató de una estocada de premio.

Ficha

AGUIRRE / ESCRIBANO, JOSELILLO, DEL ÁLAMO. Toros de Dolores Aguirre, muy bien presentados, mansos en los caballos y encastados, con movilidad y clase en el tercio final;destacó el cuarto, muy noble; tercero y sexto, ásperos. Manuel Escribano: estocada caída y trasera (oreja); pinchazo hondo y un descabello (vuelta). Joselillo, pinchazo y media (silencio); casi entera atravesada, dos descabellos y el toro se echa (silencio). Juan del Álamo: pinchazo, media tendida y un descabello (silencio); gran estocada (ovación).

Plaza de Pamplona, 8 de julio. Segunda corrida de feria. Lleno.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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