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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un lujo de novillos

La novillería actual está formada en un plan de estudios sin lecciones de codicia. Ayer no estuvo ayer a la altura de los novillos

Antonio Lorca
El novillero Rafael Cerro da un pase con el capote al segundo de su lote, durante la primera corrida de los Sanfermines
El novillero Rafael Cerro da un pase con el capote al segundo de su lote, durante la primera corrida de los SanferminesVillar López (EFE)

Sin las magras con tomate y el jolgorio ruidoso de las peñas, Pamplona es un sucedáneo de San Fermín; una plaza más, triunfalista y anodina, en la que se conceden inmerecidas orejas como churros. Con los mozos, es otra cosa; molestan, pero son divertidos. Ellos son la esencia.

Algo parecido sucede con los toros; si ellos, la fiesta no es posible, y se torna en un espectáculo trasnochado y soporífero; pero, amigo, cuando aparecen por los chiqueros novillos como los de Parralejo, de muy seria presencia, encastados, codiciosos y nobles, todo cambia. Hasta los toreros, incluidas las cuadrillas de a pie y a caballo, pierden los papeles, dan la impresión de no enterarse de nada y pasan de puntillas un mal trago que debieron convertir en triunfo clamoroso.

El triunfador de la tarde fue Posada de Maravillas, que cortó las dos orejas del encastado y noble sexto al que hizo una faena irregular

Es decir, que los toros, como los mozos, molestan, pero sin ellos, la fiesta carece de sentido. Asunto distinto es si el público se entera o no del suceso; si los jóvenes novilleros llegan a entender que han estado muy por debajo de la novillada; si los engañan los que los rodean o les cantan la verdad.

Porque en la novillada inaugural de la feria de Pamplona triunfaron los toros, un auténtico lujo, aunque las orejas las pasearan dos que vestían de oro. Ninguno de los dos las merecieron, y lo malo es que, quizá, nunca lleguen a saberlo.

Parralejo hubiera alcanzado un triunfo de época si los novillos hubieran acudido con más codicia y fijeza a los caballos, lo que, quizá, hubiera sido posible en algunos casos sin la manifiesta inoperancia de los picadores; si hubieran brillado en el tercio de banderillas, en el que, con la excepción de Venturita, ningún hombre estuvo a la altura de lo requerido; y no digamos si los tres novilleros hubieran dedicado su afición y conocimientos a parar, templar y mandar en lugar de dar miles de trapazos. Pero, ya se sabe: en cuanto sale un novillo encastado se olvida todo lo aprendido y el animal impone su mando. Y quede claro en este caso que la casta estaba bien untada de nobleza y calidad.

Pero no hubo manera. La novillería actual está formada en un plan de estudios en el que no hay lecciones de codicia. Y algo más: no bastan el pundonor y la entrega cuando falla la personalidad; no bastan las maneras artistas cuando no hay mando.

A Rafael Cerro, valeroso y entregado, firme y experimentado, le faltó sosiego, temple y hondura. Se le ve toreado, no le faltan ganas, pero su manifiesta habilidad carece de emoción. Además, se transforma a la hora de montar el estoque, y solo la benevolencia presidencial evitó que sonara el tercer aviso en su segundo novillo. El chaval quedó preso de la desolación y no era para menos.

El triunfador de la tarde fue Posada de Maravillas, que cortó las dos orejas del encastado y noble sexto al que hizo una faena irregular, carente de profundidad, tan desbordante de simpatía del muchacho como ayuna de aroma, y en la que destacó la calidad del novillo. El, y no el torero, mereció los trofeos. Le sobran a Posada maneras sensibles, pero todo no consiste en ponerse bonito con una sonrisa de oreja a oreja. Es cierto que está en los inicios de una esperanzadora carrera, pero no es bueno que lo engañen.

Y los navarros arroparon a su paisano, Javier Antón, poco placeado, justo de valor, de maneras ventajistas y muy despegado en su interpretación del toreo. Le tocó el mejor novillo, el primero, y solo se pudo mostrar voluntarioso; al cuarto lo mató menos mal que al que abrió plaza y su gente le dijo una mentira piadosa: le regaló una oreja. Este domingo hace el paseíllo en las Ventas; ahí no estarán los navarros… Menuda papeleta…

PARRALEJO / ANTÓN , CERRO, POSADA

Novillos de Parralejo, muy bien presentados, mansos en los caballos y nobles y encastados en el tercio final. Todos de buena nota a excepción del tercero, soso y descastado.

Javier Antón: tres pinchazos y estocada baja _aviso_ (silencio); pinchazo y media ladeada (oreja).

Rafael Cerro: estocada perpendicular, un descabello _aviso_ y un descabello (vuelta); dos pinchazos, media, un descabello _aviso_, dos descabellos _2º aviso_ y tres descabellos (ovación).

Posada de Maravillas: estocada (silencio); estocada baja (dos orejas). Salió a hombros por la puerta grande.

Plaza de Pamplona. 5 de julio. Primer festejo de feria. Tres cuartos de entrada.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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