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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Golpe

Los sucesos de Egipto han desbordado la capacidad de los medios de comunicación y las cancillerías para el equilibrio dialéctico. Por más que se trate de evitar, la expresión golpe de Estado se impone por estética.

David Trueba

Los sucesos de Egipto han desbordado la capacidad de los medios de comunicación y las cancillerías para el equilibrio dialéctico. Por más que se trate de evitar, la expresión golpe de Estado se impone por estética. Al final, los televidentes reconocen que un militar desde los micrófonos de la televisión estatal que anuncia la retirada de la Constitución y la detención del presidente, puede ser estampa de muchas de cosas, pero es un golpe de Estado de tamaño catedralicio. No se entiende pues muy bien el ejercicio de autocontrol, en ocasiones hasta divertido. El ministro de Defensa ha ejercido finalmente del eufemismo que anuncia su cargo. Las celebraciones en la plaza de Tahrir, que es ya la plaza de todas las plazas, no esconden la rigurosidad militar de un cambio de ciclo, con cierre de televisiones simpatizantes con los Hermanos Musulmanes y controles sobre Al Yazira en el territorio, que hoy por hoy es la cadena de mando en la región.

Es natural que en el país árabe que más temprano y con más ahínco se cimentara una cultura teatral y literaria, que más tarde fue la más grande industria de la zona en cine y televisión, la llegada del islamismo supusiera una amenaza abismal para sus costumbres. Durante años, la presencia internacional de un director del renombre de Yousef Chahine, ocultaba la incidencia de su cinematografía en toda la región. Películas a menudo imposibles de exportar fuera del entorno cultural y estético, El Cairo fue considerado el Hollywood de Oriente Próximo, que surtía de imágenes a las salas y posteriormente al vídeo musical y la tele de entretenimiento.

Lo que está sucediendo obliga a un grado de finura en el análisis que se contradice con la expresión televisiva, tan burda, de una asonada militar. La crisis, como ya se anunciaba desde hace meses, no solo va a tolerar, sino que va a impulsar alzamientos puntuales y dictaduras rigurosas que ofrezcan crecimiento y estabilidad en el caos, como han ofrecido todas las dictaduras que se precien desde que fueron inventadas. Vamos a ver cosas que nos dejarán los ojos como platos porque acabamos de entrar en la década más contradictoria de la teoría política. En los televisores la estética termina por confesar hasta lo que no se dice.

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