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EL LIBRO DE LA SEMANA

Paciencia, dudas y compasión

En 'Entre amigos' el israelí Amos Oz entra en un mundo de antiguos dolores y frustradas esperanzas Los pequeños detalles esconden siglos de desasosiego político

Ultraortodoxos judíos trabajan en un kibutz cercano al asentamiento Mevo Horon.
Ultraortodoxos judíos trabajan en un kibutz cercano al asentamiento Mevo Horon.Menuhem Kahana / AFP

La primera utopía judía fue un jardín en el que a Dios le gustaba pasear en las tardecitas frescas. No tuvo un final feliz. Unos seis mil años después (en 1909 según el calendario georgiano) un grupo de jóvenes judíos decidieron recrear aquella utopía en la Palestina otomana, y establecieron una comunidad (o kibutz) en la costa sur del lago de Galilea, a la que dieron el esperanzado nombre de Kvutzat Degania o Trigo de Dios. Uno de sus fundadores explicó que su ideal no era establecer una comunidad tradicional, “con los judíos arriba y los árabes debajo, trabajando para ellos”, sino una sociedad autosuficiente e igualitaria. Amos Klausner nació en Jerusalén en 1939 y a los quince años, después del suicidio de su madre, se integró a un kibutz en el interior del país, donde tomó el apellido de Oz, que quiere decir fuerza en hebreo. Después de casarse con la novia de su adolescencia, Amos Oz vivió en el kibutz hasta 1986, cuando se mudó a una zona menos nociva para el asma de su hijo. Cuando le preguntaron por qué había elegido vivir en un kibutz, Oz respondió que la vida en una ciudad como Tel Aviv no era suficientemente “radical”; un kibutz, en cambio, le parecía un lugar en el que podría realizar su sueño de construir una “utopía revolucionaria”, viviendo entre aquellos a quienes define en Entre amigos como “gente dotada de paciencia y dudas y compasión”.

Entre amigos es una comedia humana que explora la relación incierta entre hombres y mujeres, padres e hijos, amigos y enemigos

Pero paciencia y compasión no son suficientes para mantener una utopía en vida: en el fuero íntimo de toda utopía yace un sentimiento de desilusión. Nuestra larga historia de imaginarias sociedades felices es una de gloriosos fracasos, y el kibutz de Oz resultó ser una pobre imitación del paraíso perdido. La envidia, los prejuicios, el orgullo, los celos, el chismerío y otras faltas tan humanas amenazaron la comunidad; sobre todo, el sentimiento de soledad, empeorado por la presencia constante de los otros que constantemente vigilan y juzgan. Entre amigos es la crónica lúcida y desgarradora de una de estas comunidades trabajadoras y bien-intencionadas.

A pesar de la primera persona del plural que abre el libro, Entre amigos no es un volumen de memorias ni una historia documental. Puede ser leído como una novela compuesta de ocho cuentos, o como un conjunto de cuentos entrelazados en una novela. Los personajes cruzan de una sección a otra, y cada episodio aclara o continúa una historia previa, otorgando al conjunto una creciente e inquietante familiaridad. Comenzando con el jardinero misántropo apasionado por las malas noticias que recoge en diarios y en la radio y luego comparte con sus vecinos, y acabando con la agonía de un anciano que intenta enseñar esperanto a sus compañeros, Entre amigos es una comedia humana que explora la relación incierta entre hombres y mujeres, padres e hijos, amigos y enemigos, reseñando tanto los males de este mundo como también sus esperanzas, en un idioma claro y preciso, perfectamente apropiado al tono lacónico de la narración en la excelente traducción de Raquel García Lozano.

Un pequeño detalle se abre para revelar siglos de desasosiego político, cuando un preocupado joven se pasea a través de las ruinas de una aldea árabe destruida por los colonos como réplica a un ataque; otro despierta vastas cuestiones éticas acerca del derecho de sobrevivencia y libertad, cuando un adolescente alto, delgado, de gafas, considera liberar una gallina del gallinero pero razona que, si lo hace, serán los chacales quienes acabarán matándola. El maestro de esperanto dice que palabras imprecisas envenenan las relaciones entre la gente en todas partes, y es por eso que palabras claras, precisas, pueden sanar estas relaciones, pero sólo si son las palabras justas pronunciadas en una lengua que toda la gente pueda entender. Uno de sus alumnos observa que Caín y Abel probablemente hablaban la misma lengua, y otro se calla, pero piensa que el dolor del mundo nació mucho antes de las primeras palabras.

Subyacente en la narración de Entre amigos, fluye una idea que Oz ha mantenido desde hace muchos años: que el compromiso, no el conflicto, es la única solución posible a la situación del Oriente Próximo, un acuerdo que necesitaría que cada una de las partes acepte la identidad del otro y su derecho a existir. Las luchas y desacuerdos dentro del kibutz, los antiguos dolores y frustradas esperanzas, las dificultades de vivir “entre amigos” son, según Oz, similares a las dificultades de vivir “entre enemigos”, tanto hoy en día como siempre, ya que toda etiqueta aplicada a un grupo de seres humanos nunca basta para reconocerlos como auténticos individuos. Como lo demuestra este libro, la imposibilidad de las utopías es menos una prueba del fracaso de la convivencia que comprobación de nuestro empeño en seguir intentando.

Entre amigos. Amos Oz. Traducción de Raquel García Lozano. Editorial Siruela. Madrid, 2013. 160 páginas. 15,95 euros (electrónico: 8,99)

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